jueves, 26 de abril de 2012

Travesía por el Rif marroquí II: el pinsapar del Tissouka y el morabito de Sidi Meftah

La noche del jueves al viernes fue tremendamente desapacible en las montañas rifeñas. Al calor de la estufa contemplamos como un auténtico vendaval empujaba con fuerza la lluvia y la nieve contra los cristales de la puerta que se abría a una terraza del albergue. Con esas condiciones nos fuimos a dormir, expectantes ante las condiciones meteorológicas que nos encontraríamos a la mañana siguiente, cuando habíamos planificado intentar la ascensión al Jbel Lâkraa (2.159 m).

El viernes amaneció con un panorama no mucho mejor, con una densa niebla en las partes altas de las montañas, aunque al menos no llovía ni nevaba en Azilane. Esa meteorología nos llevó a dejar para otra ocasión la ascensión al Lâkraa y sustituirla por un intento a la cumbre del Jbel Tissouka (2.122 m), que parecía presentar una ruta mejor definida desde Azilane. Así que desayunamos y salimos hacia el pinsapar de la umbría del Tissouka, atravesando primero una zona dominada por grandes ejemplares de Pinus nigra subsp. mauretanica y encinas. Un buen número de pinos negrales presentan en la base de sus troncos unas oquedades bastante amplias producto de la extracción de teas por parte de los pastores y otros trabajadores del campo para encender lumbre. En esta parte baja es relativamente abundante el agracejo (Berberis vulgaris subsp. australis), formando espinales en los bordes de los bancales. Cuando abandonamos el entorno inmediato de la aldea de Azilane, nos adentramos ya en bosque bastante denso dominado por encinas, pinos, pinsapos (Abies maroccana = A. pinsapo var. maroccana) y sabinas moras (Juniperus phoenicea), con agracejos y adelfillas (Daphne laureola subsp. latifolia) bajo las copas de los grandes árboles.

Grandes ejemplares de Pinus nigra subsp. mauretanica jalonan el inicio de la ascensión hacia el Tissouka.

Ejemplar de pino negral del que se han extraído teas.
Comenzamos la ascensión por un barranco por el cual se va ganando cota de forma suave en su tramo inicial y posteriormente con mayor pendiente, pero siempre entre enormes pinsapos. En estas montañas marroquíes los pinsapares alcanzan una dimensión para mí desconocida hasta ahora, con una regeneración portentosa bajo el dosel de abetos imponentes con troncos muy gruesos y rectos y copas regulares. Muy distintos de los bosques andaluces de esta especie, aunque debo reconocer que mis pinsapares favoritos siguen siendo los de la sierra de las Nieves. Cuando se va ganando altitud comienzan a aparecer ejemplares de arce (Acer granatense) y tejo (Taxus baccata), intercalados entre los pinsapos y los pinos negrales, algunos de grandes dimensiones. A unos 1.500 m de altitud nos metimos en la niebla, que venía acompañada de nieve granulada y fuertes ráfagas de viento que nos hicieron ver que ese día no íbamos a alcanzar la cumbre del Jbel Tissouka. Sin embargo, nos permitieron difrutar de vistas realmente impresionantes del pinsapar nevado, recordándonos enormemente nuestra visita a la sierra de las Nieves durante el invierno de 2.009. Llegamos hasta unos 1.750 m y nos bajamos de nuevo hacia Azilane, ya que las condiciones meteorológicas no mejoraban y sobre todo porque no sabíamos con certeza por dónde subía el camino y no portábamos el material adecuado para progresar con nieve en pendientes fuertes como las que estábamos subiendo. En la bajada volvimos a escuchar unos ruidos que nos resultaban ya familiares: las gritos de alerta de los macacos de Berbería.

Dani y Lau en plena ascensión.

Pinsapar de la umbría del Tissouka bajo la nieve

Iván, Lau y yo en el pinsapar

Único momento en que abrió el cielo a esta altitud: ¡a disfrutar de la vista!
A mediodía comimos algo en el albergue de Azilane, descansamos un poco y salimos hacia nuestro próximo objetivo: el morabito de Sidi Meftah, en las proximidades de la aldea de Afeska. En este caso, este enclave es el lugar de enterramiento de una persona que se considera que llevó una vida de santidad y que posteriormente ha sido objeto de veneración popular. A nosotros nos interesaba mucho visitar uno de estos lugares, por las características arquitectónicas del edificio donde yace enterrado el morabito y especialmente porque se trata de enclaves donde es posible encontrar una vegetación muy bien desarrollada como consecuencia del respeto que los habitantes locales muestran hacia ese lugar sagrado. Existe un artículo muy interesante en Ecosistemas sobre estos bosquetes.

Para llegar a Sidi Meftah bajamos por la pista forestal que va hacia Afeska desde Azilane rodeados por una vegetación forestal dominada por pinos negrales y resineros. En el subvuelo de este bosque se puede encontrar una extraña mezcla de plantas leñosas propias de lugares templados como mostajos (Sorbus aria) y acebos (Ilex aquifolium) con otras de lugares más cálidos como durillos (Viburnum tinus), torviscos (Daphne gnidium), zarzaparrillas (Smilax aspera) o Cistus albidus. La pista va dejando a la izquierda el paisaje más típico de las cotas medias-bajas del Rif, con parcelas dedicadas al cutivo del kif (marihuana) que van siendo ganadas al bosque anillando los árboles. Este procedimiento consiste en cortar el flujo de savia en el árbol practicando una incisión que rodea por completo el árbol, lo cual conduce al árbol a la muerte.

Tras bajar un tramo por la pista, a la izquierda sale un camino indicado por flechas amarillas que nos conduce al morabito. Al cabo de unos minutos se pasa junto a un olivo realmente majestuoso que es una buena referencia para saber que se está en el buen camino y después, sin perder cota, se prosigue hasta el morabito. Éste no nos decepcionó en absoluto, en primer lugar por la presencia de una mancha de vegetación mediterránea muy bien conservada, con ejemplares de pino resinero (P. pinaster) como no los habíamos visto antes, enormes y sin resinar, y algunas encinas de notable porte. Por otra parte, el edificio donde está enterrado el morabito, una especie de ermita sencilla pero muy bonita, contaba con una cubierta de madera policromada realmente sublime (lástima que no tomé fotos... :-(). Tras disfrutar un rato de este lugar, volvimos hacia el albergue para cenar y descansar de cara a nuestro último día de ruta en estas montañas mágicas.

Enormes pinos resineros en el entorno de Sidi Meftah.

El morabito de Sidi Meftah, un ejemplo de belleza y sencillez.

sábado, 14 de abril de 2012

Travesía por el Rif marroquí I: Madrid-Chefchaouen-Azilane

Hacía ya unos tres años que no visitábamos Marruecos y teníamos muchas ganas de repetir la experiencia. Así que cuando comenzamos a plantear ideas para la Semana Santa, una de las opciones que sonó con más fuerza fue la de llevar a cabo una travesía de tres días por el Parque Nacional de Talassemtane, en las inmediaciones de Chefchaouen. Animados por la experiencia previa de Iván, que ya había realizado esta ruta en su variante completa hasta el mar, no nos hizo falta mucha motivación adicional para tomar rumbo hacia nuestro país vecino aprovechando los días de vacaciones.

 Antes de comenzar con el relato de nuestro reciente viaje, me gustaría hacer algunas consideraciones sobre el mismo y sus preparativos. En primer lugar, nos resultó muy difícil conseguir cartografía de esta zona de Marruecos, siendo los mapas de mayor detalle que conseguimos unos a escala 1:50.000 elaborados por el Ejército Español cuando el norte de Marruecos fue protectorado español. Existe también un libro de excursiones por el P.N. Talassemtane que es muy recomendable para moverse por este espacio protegido (http://www.libreriadesnivel.com/libros/senderismo-y-naturaleza-en-el-parque-nacional-de-talassemtane/9788461471157/). En esta web se pueden encontrar también otras rutas que pueden ser de bastante interés si se decide visitar este Parque marroquí. Todo esto constituye una gran diferencia respecto a otras áreas de montaña que hemos visitado en ocasiones anteriores, como los macizos del Toubkal y el M'Goum, de los cuales se pueden encontrar cartografía y descripciones precisas de las diferentes ascensiones que se pueden acometer. Yo diría que es bastante recomendable contratar un guía local, el cual nos permitirá profundizar en el conocimiento de este territorio y además no es caro. Además, a pesar de los avances que se observan en Marruecos en los últimos tiempos, sigue siendo imprescindible llevar medicamentos antidiarreicos, para que un pequeño desarreglo gastro-intestinal no arruine nuestra estancia.

Con todas estas premisas, partimos el miércoles temprano camino de Algeciras en coche. Se lleva un buen número de horas alcanzar el puerto de esta ciudad gaditana, donde dejamos nuestro vehículo aparcado y tomamos el ferry con destino a Ceuta. En una hora aproximadamente y con un coste aproximado de 35 € (i/v) el barco nos transporta hacia África cruzando el estrecho de Gibraltar. Una vez en el puerto de Ceuta, el autobús L7 es el que conduce hacia el puesto fronterizo de Los Tarajales/Bab Sebta, donde pasaremos el control de pasaportes. Hay que rellenar un sencillo formulario con los datos personales. No es necesaria ningún tipo de ayuda para llevar a cabo esta tarea, aunque siempre haya bastantes personas intentando conseguir unos dirham mediante su colaboración para rellenar el papel. Cuando logramos alcanzar finalmente el lado marroquí, nos dirigimos hacia Tetouan, donde contratamos un Grand Taxi en la estación de autobuses para llegar a Chefchaouen. Son unos 65-70 km que se recorren en aproximadamente una hora y que constituyen una seria amenaza para nuestro corazón: conducción a toda velocidad por una carretera repleta de curvas, con camiones, burros, perros y demás elementos cruzando la vía, adelantamientos suicidas, boquetes enormes en la calzada..., y todo en un coche con unos 30 años de edad sino más y sin cinturones de seguridad. El coste del taxi, con capacidad para 6 personas, fue de 180 dh, más 20 de propina. Chaouen es una ciudad preciosa repleta de empinadas callejuelas pobladas por arcos y fuentes delimitadas por casas encaladas con tonos azulados y rejas negras, con sus tiendas de todo tipo de productos y la animación propia de las ciudades y pueblos marroquíes. El parecido con muchos pueblos andaluces es evidente y de hecho la ciudad fue fundada en 1471 por musulmanes y judíos exiliados de Al-Andalus. En la Plaza de Uta al-Hammann, centro neurálgico del casco antiguo, se pueden encontrar la Alcazaba y la principal Mezquita de la ciudad.

Estrecho de Gibraltar, camino hacia África, donde nos espera el Jbel Musa con nubes.

Hasta pronto, Europa. El peñon de Gibraltar (Jbel Tariq) al fondo.

Callejas en Chefchaouen con su característico tono azulado.

Vista del centro de Chefchaouen, con la plaza Uta al-Hammann, la Qasbah y la Mezquita principal
Allí en Chaouen dormimos la noche del miércoles (Dar Antonio, un lugar realmente agradable y barato), bastante cansados por el viaje pero ciertamente ilusionados por comenzar nuestra ruta por las montañas de Talassemtane, motivo fundamental de nuestro viaje. Esa noche llovió de forma abundante y necesaria porque, al igual que en España, en el norte de Marruecos el invierno ha sido extremadamente seco. Durante la mañana del jueves visitamos el casco antiguo de la ciudad, preparamos las mochilas y salimos por la parte alta de la ciudad camino del collado del Sfiha Telj, por donde cruzaríamos hacia la vertiente norte de esa alineación montañosa y nuestro lugar de destino, la aldea de Azilane. La ascensión se lleva a cabo íntegramente por una pista de tierra que asciende en fuerte pendiente hacia el collado, ya que se salva el nada despreciable desnivel de 1.240 m (de 560 m en Chaouen hasta 1.800 m en el Tizi Sfiha Telj). La vertiente que da a la ciudad se encuentra fuertemente deforestada salvo por pequeñas repoblaciones de pino carrasco (P. halepensis) y resinero (P. pinaster). Domina un matorral rico en matorrales como palmitos, diversas jaras, genisteas y lentiscos, además de encinas con porte arbustivo debido al pastoreo abusivo, los incendios y el aprovechamiento de leñas. A lo largo del cauce de los arroyos se pueden observar galerías de adelfas (Nerium oleander). A lo largo de la ascensión se pasa por varias viviendas donde viven familias que practican una agricultura y ganadería de subsistencia. En estas zonas vimos a uno de los elementos estelares de estas montañas en cuanto a fauna: el colirrojo diademado (Phoenicurus moussieri), un pájaro realmente bonito que se deja ver bastante bien. En los días siguientes tuvimos el enorme gusto de encontrarnos con él nuevamente. :-)
Urginea maritima

Chamaerops humilis (palmito)
Continuando con la ascensión, llegó un momento en el cual comenzó a llover de forma más o menos intensa, en el momento en que comenzamos a ver los primeros pinsapos (Abies pinsapo var. maroccana o A. maroccana) a unos 1.400 de altitud. Pronto esa lluvia pasó a ser nieve y en las inmediaciones del collado Sfiha Telj ya se había acumulado un manto apreciable. Cerca del collado, desde unos 1.700 m de altitud, el bosque pasó a ser una preciosa formación mixta de pinsapos y cedros (Cedrus atlantica), fácilmente identificables por su guía terminal inclinada. Vimos pies de encina hasta unos 1.700 m de altitud, una altitud bastante considerable aunque aún alejada de los 2.200 m de Sierra Nevada. En el descenso hacia Azilane, continuamos recorriendo ese magnífico bosque, donde desaparecieron los cedros y comenzaron a aparecer encinas, arces (Acer granatense) e incluso algunas plantas propias de climas más cálidos como el durillo (Viburnum tinus), mezcladas con los pinsapos. Y en este punto, uno de los momentos más emocionantes que he vivido en el monte hasta la fecha. Primero fue el hecho de escuchar unos gritos de aviso propios de simios a los cuales no les dimos mucha importancia. A continuación, un poco más adelante, unas huellas que cruzaban el camino y que no conseguimos identificar con seguridad. ¿Tejones? No, son demasiado grandes y no tienen esa distribución de los dedos... (momento reflexión...) ¡A ver si van a ser de los monos! En ese preciso instante, gritos de alerta de un grupo de macacos de Berbería (Macaca sylvanus). Y así fuimos tan afortunados de ver ese grupo familiar durante un rato, bajo una intensa nevada. Tuvimos mucha suerte, porque por lo que nos dijeron los habitantes locales, no son fáciles de ver en esta zona del Rif. ;-) Finalmente, continuando el descenso hacia Azilane (1.270 m) recorrimos la transición entre el pinsapar y los pinares de pinos negral (Pinus nigra ssp. mauretanica) con algunos pinos resineros, donde el cielo se abrió durante un instante y pudimos disfrutar de una de estas vistas que se almacenan en tu retina para siempre: los pinsapos en primer plano, las montañas y barrancos del Rif hacia la costa en segundo término y al fondo, el mar Mediterráneo. Aún nos esperaba alguna sorpresa más: una planta nueva para nosotros y con una floración impresionante, Polygala webbii.

Bosque mixto de cedros y pinsapos en el collado Sfiha Telj

Huellas de macaco de Berbería en la nieve

Una de las vistas que recordaré toda mi vida

Macaco de Berbería en la nieve

Polygala webbii

Uoooh, mis amigos: disfrutando de las vistas bajando a Azilane
Finalmente, tras una jornada que se hizo más dura de lo esperado por el peso de las mochilas y las condiciones meteorológicas, llegamos al albergue de Azilane, un lugar muy acogedor donde nos acomodamos, secamos y descansamos un rato. Además pudimos charlar extensamente con su dueño, Abdelkader, comentando algunos aspectos sobre la vida rural en el Rif, los animales, las disputas entre monos y hombres, el kif..., que ampliaré en la siguiente entrada

martes, 3 de abril de 2012

Pinares de montaña en la sierra de Gredos: no sólo naturales, sino una joya botánica

La sierra de Gredos constituye el macizo montañoso más elevado (Almanzor, 2592 m; La Galana, 2571 m) y de mayor complejidad dentro de la Cordillera Central ibérica, con una anchura máxima de unos 50 km. Cuenta con muy buenos ejemplos de geomorfología glaciar, los mejores de la Cordillera Central: circos (p. ej., Circo de Gredos, Circo de Cinco Lagunas), lagunas (p.ej., Laguna Grande de Gredos, Laguna de la Nava, Laguna de los Caballeros), bloques erráticos, morrenas, valles en artesa... (se puede ampliar algo esta información en esta entrada). Además, la riqueza natural es importante, tanto desde desde el punto de vista faunístico y florístico. En cuanto a la fauna, existen múltiples especies de vertebrados, pero seguramente coincidamos en destacar por encima de todas ellas la reina de estas cumbres, la cabra montés (Capra pyrenaica victoriae), con la cual es fácil cruzarse casi en cualquier excursión que se haga por el macizo central de Gredos. La flora es muy rica en especies, destacando algunas de las poblaciones más meridionales de bastantes plantas con distribución predominantemente eurosiberiana -norteña- como Pulmonaria longifolia, Ulmus glabra, Lilium martagon o Paris quadrifolia. Existen en total 15 taxones vegetales que son exclusivas de este territorio como Pseudomisopates rivas-martinezii, Antirrhinum grosii, Centaurea avilae, Dianthus gredensis, Saxifraga pentadactylis subsp. almanzorii o Senecio coincyi.

Circo de Gredos con la Laguna Grande en primer término y el pico Almanzor al fondo, vistos desde el Morezón (2.381 m)
Macho de cabra montés (Capra pyrenaica victoriae) en las inmediaciones de La Mira (2343 m)
En cuanto a la vegetación, quizá una de las características más notables de estas sierras son las extensas superficies cubiertas por matorrales (enebros, piornos) por encima de unos 1400 m de altitud, especialmente en la vertiente norte de esta cadena montañosa donde existen amplias superficies por encima de esa cota. En las zonas altas de estas montañas, entre unos 1400 y 1800 m, las únicas manifestaciones significativas de vegetación arbórea son bosquetes, ejemplares aislados o bosques no muy extensos de Pinus sylvestris (pino albar, pino silvestre) y P. nigra (conocido en este territorio como pino cascalbo). También existen amplias extensiones cubiertas por repoblaciones forestales dominadas fundamentalmente por el pino silvestre. El debate sobre el carácter natural o no de estos pinares ha sido muy intenso, pero ha carecido de bases científicas sólidas hasta fechas relativamente recientes.
Pinos albares en las proximidades del Puerto del Pico. Esta zona fue devastada por un incendio en los últimos años.

Pinar de Hoyos del Espino
En primer lugar, diversas secuencias polínicas de turberas próximas a los actuales pinares de Hoyos del Espino y Navarredonda (Franco Múgica, 2009) muestran la persistencia de pinares como vegetación dominante en el ámbito regional desde hace varios milenios, y una retracción en el área ocupada por estos bosques desde hace unos 1000 años. La secuencia del Puerto de Serranillos (López-Merino et al., 2009; Review of Palaeobotany and Palynology) muestra un patrón similar, con periodos de deforestación asociados a momentos de mayor presión humana sobre el medio. Pero los estudios polínicos no permiten precisar con detalle las especies de pino involucradas en esos bosques ni la ubicación exacta de esas formaciones. En este contexto es donde se puede enmarcar el hallazgo de una fuente de información valiosa, novedosa y en cierto modo inesperada: las conocidas localmente como "troncas". Muchas veces estos restos quedan a la vista de forma accidental, por la incisión de cauces en turberas, deslizamientos de tierras..., de ahí lo imprevisible de estos hallazgos. La localización, identificación y datación de un buen número de troncos, ramas, piñas y carbones procedentes de numerosos enclaves de la vertiente norte de la sierra de Gredos ha supuesto grandes avances en el conocimiento de la vegetación que cubrió este territorio en los últimos milenios. Los resultados de este trabajo han sido publicados por Juanma Rubiales et al. (2007; Quaternary Science Reviews)*. De este modo, el análisis de los macrofósiles encontrados en diversas turberas no sólo ha permitido precisar que el pino albar es autóctono en estos territorios, sino que debió de dominar un piso de vegetación de coníferas situado entre unos 1300 y 1850 m. Aquí los pinares habrían contado con ventaja sobre las frondosas, principalmente el roble melojo (Quercus pyrenaica), apoyándose en unas condiciones climáticas más bien secas, frescas y continentales que favorecen a estas coníferas propias de climas fríos. Además las dataciones radiocarbónicas obtenidas muestran que los pinos han estado presentes sobre amplias superficies de la sierra de Gredos desde hace al menos 6500 años, de donde han desaparecido en amplias superficies muy probablemente por una intensificación de las actividades humanas durante los dos últimos milenios: pastoreo, incendios, talas... En definitiva, que las escasas masas y rodales naturales que han llegado hasta nuestros días (Hoyos del Espino, Navarredonda, Hoyocasero y bosquetes en la vertiente sur en cotas altas) no sólo son naturales, sino que constituyen poblaciones relictas y con un valor geobotánico incalculable, testigos mudos de la degradación y la pérdida de importancia en el paisaje que han experimentado los pinares de montaña en Gredos durante los últimos milenios asociadas a las diferentes culturas que han explotado (o sobreexplotado) este territorio.
Enclaves de la sierra de Gredos donde se han encontrado macrofósiles de pino albar, con indicación de las edades radiocarbónicas obtenidas (Rubiales et al., 2007_QSR).
Principales resultados del trabajo de Rubiales et al. (2007). En a) se puede ver la distribución relicta actual de los pinares montanos de Gredos (Pinus sylvestris, P. nigra) en las partes altas de la vertiente sur y en pequeños bosques en las cuencas del Tormes y el Alberche. En b) se puede apreciar que hay importantes extensiones de donde ha desaparecido en los últimos milenios (siluetas de color gris).
 Espero que paséis unos felices días de vacaciones, descansando o haciendo actividades que os resulten gratificantes, ¡nos leemos a la vuelta!