En un artículo publicado recientemente en Science, Douglas J. Kennett y sus colaboradores han utilizado la información paleoclimática almacenada en una estalagmita de la Cueva de Yok Balum, en Belize, para examinar si el colapso de esta espléndida civilización pudo desencadenarse por ciertos cambios climáticos acaecidos en este periodo. Esta cueva se encuentra muy próxima a la ciudad de Uxbenká, importante centro del periodo Maya Clásico. Las estalagmitas constituyen una importante fuente de información paleoclimática por su alta resolución temporal (en este caso inferior al año) y porque se pueden datar con precisión utilizando series isotópicas de Uranio-Torio (U-Th). Para extraer la información climática se analizó la relación isotópica de oxígeno, que constituye un buen estimador de la cantidad de lluvia que cae en el exterior de la cueva. De esta forma se han registrado largas sequías de varias décadas de duración en los siguientes periodos de nuestra era: 200-300, 820-870, 1020-1100 y 1530-1580. Otros periodos secos más breves pero muy intensos se han identificado alrededor de 420, 930 y 1800 d.C.
A partir de estos datos los autores plantean la hipótesis de que el desarrollo político, económico y social en el territorio Maya se habría visto muy condicionado por los cambios en la productividad agrícola ligados a las oscilaciones en la precipitación. Así por ejemplo el registro histórico muestra cómo las fuertes sequías entre 1535 y 1575 en Yucatán (que se han registrado perfectamente en la estalagmita estudiada) provocaron un descenso muy acusado en la producción agrícola, lo cual trajo consigo el hambre y grandes mortandades en esta región. Este periodo nos puede resultar muy útil para comprobar que el registro paleoclimático de la cueva se corresponde con episodios reflejados en la historia escrita.
Pasamos por fin a ver qué pasó con la civilización Maya Clásica. En el caso de Tikal (Guatemala), ya fue un importante centro regional durante el periodo Preclásico (1000 a.C.-300 d.C), pero alcanzó una posición preeminente durante los siglos III-IV d.C., caracterizados por una notable inestabilidad climática y social. Tikal y otras importantes ciudades se situaron próximas a humedales estacionales donde se practicaba una agricultura intensiva. El aumento en la precipitación que tuvo lugar al inicio del periodo Clásico favoreció los sistemas agrícolas y de suministro de agua de estas ciudades, posibilitando el florecimiento de muchas dinastías Mayas entre 400 y 550 d.C. Para explicar el colapso de esta civilización también se puede recurrir al clima. De hecho, a partir del registro de Yok Balum se infiere una acusada y prolongada sequía entre 820 y 870 d.C. que coincide con el periodo Clásico Terminal. En realidad desde el 640 de nuestra era se registra una tendencia hacia una creciente aridez que culminó en 1020 con una sequía de un siglo de duración. Esta sequía parece que pudo favorecer una degradación ambiental como consecuencia del fuerte aumento poblacional en el periodo húmedo de los siglos V-VI d.C. La sequía habría promovido un descenso en la producción agrícola, un aumento en las guerras entre ciudades y luchas políticas que habrían resultado ser finalmente insostenibles. La fragmentación política comenzó entre 760 y 800 d.C. en la región de Petexbatun, durante un intervalo seco, con una altísima densidad de población y con la máxima extensión espacial de ciudades con monumentos. En torno al 800 d.C. comenzaron a enrarecerse en gran medida las inscripciones en los monumentos, lo cual demuestra la pérdida de poder político en las ciudades, al mismo tiempo que proliferaban las guerras. No se sabe a ciencia cierta qué pasó con los pobladores de esta zona, pero los centros importantes se fueron desplazando hacia el norte de la península de Yucatán, terminando esta civilización con Chichén Itzá alrededor de 1000-1100 d.C., durante el periodo más seco y prolongado de los últimos dos mil años.