martes, 13 de noviembre de 2012

Tejera Negra otoñal 28.10.2012

En esta entrada me gustaría ensalzar las virtudes de la otoñada en un paraje de la sierra de Guadalajara que siempre ha sido muy especial para mí desde pequeño. Y es que estos barrancos siempre sonaron con fuerza en mi cabeza desde que comencé a interesarme por las plantas hace ya unos cuantos años (cómo pasa el tiempo aunque uno siga siendo joven :-P). Efectivamente, los hayedos suelen tener un especial atractivo para el aficionado mediterráneo a la botánica, quizá por reunir algunas de las principales características de los bosques templados centroeuropeos (árboles bastante altos y rectos, ambiente sombrío y húmedo, casi ausencia de vegetación bajo las copas por la escasez de luz...). Además, y esto era lo que más me atraía a mí en un principio, el haya alcanza en la sierra de Ayllón, allá donde se tocan las provincias de Madrid, Segovia y Guadalajara, uno de los límites meridionales de su área de distribución, en concreto el suroccidental. De esta forma los hayedos del Sistema Central suman a su mayor o menor belleza e interés intrínsecos, el fuerte atractivo de lo raro, de lo no es común ni abundante.

Valle del río Lillas con la Buitrera al fondo. Se puede apreciar también cómo las solanas se encuetran cubiertas por el roble melojo mientras el haya domina en las umbrías y en fondo de los valles (siempre que no haya encharcamiento)
 Repasemos entonces brevemente la situación del haya (Fagus sylvatica) en estas montañas. El haya es un árbol de distribución preferentemente centroeuropea que crece en áreas de clima fresco y húmedo donde, y éste es probablemente el factor clave, la sequía estival es muy breve o se ve atenuada por la presencia frecuente de nieblas. Estos requerimientos son los que limitan en gran medida su expansión hacia áreas de clima mediterráneo ya que por lo demás puede crecer sobre un amplia variedad de suelos. De esta forma se trata de un árbol muy frecuente en Europa central, donde forma extensos bosques en zonas de llanura y en las cotas bajas-medias de las montañas, como por ejemplo los Alpes, el Jura o los macizos de Baviera. En la península Ibérica es abundante en la vertiente norte de la cordillera Cantábrica, especialmente en sus sectores central y oriental, en las zonas más occidentales y orientales de los Pirineos y montañas próximas y en la vertiente norte del Sistema Ibérico norte. Se enrarece hacia las vertientes sur de la cordillera Cantábrica y del Sistema Ibérico norte, así como hacia el Pirineo central y por último cuenta con poblaciones muy pequeñas en algunas montañas catalanas (llegando hasta los puertos de Beceite, en el límite entre Cataluña, Aragón y la Comunidad Valenciana) y en el Sistema Central. En el Sistema Central tenemos los hayedos de Montejo de la Sierra (Madrid), el hayedo de la Pedrosa subiendo al puerto de la Quesera (Segovia) y los hayedos de Tejera Negra (Guadalajara). Además hay rodales y ejemplares dispersos en muchas de las cabeceras de los valles de esta zona. Entre ellos, aunque personalmente me parece que todos tienen su encanto, considero que el más bonito e interesante es el del Tejera Negra, que además cuenta con las mayores extensiones de hayedo con diferencia. Sí, es posible que me traicionen en cierto modo "el amor por la camiseta", por mi relación con Guadalajara.

Después de ponernos un poco en contexto, paso a describir sucintamente la excursión que hice en compañía de unas amigas por el hayedo para contemplar su espectacular estampa otoñal. La mañana amaneció bastante fresca, con el termómetro apenas superando los 0ºC en algún tramo en el trayecto hacia Cantalojas. Una vez allí tomamos la pista forestal que conduce a la Recepción del Parque Natural, donde el frío día nos trajo la buena noticia de que podíamos acceder con el coche hasta el hayedo. De lo contrario hay que andar durante unos 10 km por un marojal hasta llegar a las primeras hayas.

Así que continuamos por la pista forestal hasta el aparcamiento, donde comenzamos a andar por el valle del río Lillas. En esta parte inicial se sigue la conocida como senda Carretas, muy bien marcada y que permite una buena aproximación a los ecosistemas y especies que se pueden encontrar en el parque. Tras un tramo por el valle, la senda Carretas comienza a ascender hacia el cordal montañoso que separa los valles del Lillas y el Zarzas. Nosotros continuamos por el río, siguiendo una senda poco marcada que requiere cruzar el río unas cuantas veces para ir progresando hacia algunas de las mejores manifestaciones de hayedo de todo el Parque. En el camino vamos encontrando, engalanados con sus colores otoñales, serbal de cazadores (Sorbus aucuparia), fresno de hoja ancha (Fraxinus excelsior), Prunus avium, roble melojo o marojo (Quercus pyrenaica)..., además de un buen puñado de setas distintas. Desde el fondo del valle, la Buitrera nos muestra una cara ya invernal cubierta por una capa blanquecina de nieve granulada y cencellada. Llegamos finalmente a la base de la Buitrera recorriendo un precioso hayedo con árboles en ocasiones muy viejos y otras muy altos, con algunas chorreras bajando desde la parte alta de la montaña..., y finalmente disfrutamos de las magníficas vistas de los bosquetes en los barrancos desde la cuerda que va de la Buitrera al collado del Hornillo.Una forma de completar el recorrido si se tiene suficiente tiempo y buenas piernas es continuar el ascenso por el curso del Lillas hasta alcanzar el cordal que conduce a la Buitrera (la cual dejaremos a la izquierda), para después ir por el cordal hasta el propio pico y continuar hasta el collado del Cervunal, donde tomaremos el cordal montañoso que separa los dos valles principales y nos llevará hasta el cerro del Hornillo y de allí ya bajamos al aparcamiento. La excursión se puede alargar un poco más bajando por el barranco del Hornillo por un bonito hayedo y de allí por la pista hasta el punto de partida en el aparcamiento.

Serbal de cazadores con su precioso colorido otoñal

De nuevo un serbal de cazadores, esta vez bien surtido de frutos

En la parte alta de la cuenca del río Lillas es posible encontrar algunas hayas de majestuoso porte que sobrevivieron a la explotación del hayedo para obtener carbón

Es fascinante la gruesa capa de hojarasca que suele cubrir el suelo de los hayedos en otoño

Aspecto del hayedo de la parte alta de la cabecera del Lillas

Aunque haciendo de "monitos de feria", así os hacéis una buena idea del tamaño de algunas hayas

Bonita haya con su vestido de otoño

El hayedo en la cabecera del Lillas alberga rincones tan atractivos como éste
 Para terminar la excursión, a la vuelta terminamos el recorrido por la senda Carretas, la cual nos lleva hacia el interior de un bonito aunque joven hayedo formado fundamentalmente por pies de rebrote de cepa, fruto del aprovechamiento que se ha hecho de este monte para leñas y carboneo. El tramo inicial es una subida con una fuerte pendiente, que pone a prueba nuestras piernas. Sin embargo, lo agradable del ambiente la hace bastante llevadera. ¡Además tuvimos la suerte de ver varios corzos en este tramo del sendero!

Es sorprendente la buena regeneración que está experimentando el hayedo en ciertas áreas donde se repobló con pino albar, el cual va ser seguramente desplazado por el haya y otros árboles caducifolios en cuanto llegue la próxima generación. Además se pueden encotrar un sinfín de brinzales de haya en diversos estadios de crecimiento a pesar de lo seco que ha sido este año..., lo cual me hace ser muy optimista respecto a la conservación de este bosque de cara al futuro.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

01-03.09.2012 Grandes puertos cantábricos

Hacía tiempo que quería escribir esta entrada sobre la escapadita que hicimos a principios de septiembre a la cordillera Cantábrica con motivo del paso de la Vuelta a España por aquellos territorios. Fueron unos días que disfruté enormemente en compañía de antiguos amigos durante los cuales tuvimos la suerte de gozar de tiempo soleado, lo cual no siempre ocurre en aquellas tierras.

En su edición de 2012 la Vuelta concentraba varias etapas de montaña seguidas en territorio galaico-astur-leonés así que para allá que nos fuimos con idea de subir con nuestras bicicletas (no muy adecuadas para estas gestas, por ser de montaña...) esos grandes puertos de montaña que acogieron los finales de etapa.

No me detendré excesivamente en comentar las características de los puertos ascendidos, ya que para eso existe una página web en las que se dan útiles, detalladas y fiables descripciones de los mismos. Más bien hablaré de las sensaciones que experimenté durante la ascensión y ciertos aspectos paisajísticos y naturalistas que me parece que pueden resultar de interés.

La historia comienza con el puerto de Ancares, que finalmente ascendimos por su vertiente leonesa, desde el bonito pueblo de Tejedo de Ancares, debido al tremendo caos de tráfico que se organizó con motivo del paso de la Vuelta. Ésta no era nuestra idea inicial, ya que pretendíamos llevar a cabo la escalada por la misma vertiente que los ciclistas, por Murias de Rao y Balouta, pero ya que estábamos pues ¡al turrón! El puerto de Ancares desde Tejedo de Ancares es bastante corto pero con una fortísima pendiente (8 km al 8,8 % de pendiente media, salvando un desnivel de 700 m), con el agravante de que la ascensión realmente tiene lugar en unos 5,5 km en los cuales la pendiente se mantiene en una media del 11-12 % con frecuentes rampas del 15 al 17 %. Nosotros finalmente aparcamos en la ermita de La Magdalena, desde donde se recorren 6,5 km hasta el puerto. Las frías características del puerto se traducen en una fuerte sensación de enfrentamiento a una verdadera pared, ya que el collado que marca la parte más alta del puerto se ve desde el fondo del valle muy cerca pero muy arriba. El puerto es realmente duro y empleamos poco menos de una hora en recorrer esos 6,5 km -aunque con bicicleta de montaña y con un importante peso en la mochila-, pero las vistas durante la ascensión y desde lo alto del puerto son realmente espectaculares. Al inicio la carretera recorre un melojar mientras tortura los ánimos con algunas revueltas que son verdaderos muros, para luego pasar al dominio de los tan extendidos brezales, los verdaderos protagonistas del paisaje vegetal de estas sierras galaico-leonesas. 

Altimetría del puerto de Ancares desde Tejedo de Ancares (www.altimetrias.net)
A la izquierda siempre tendremos vistas sobre el bonito valle glaciar que cierra en su parte superior el cordal montañoso donde el Alto de Cuíña (1992 m) es la montaña más elevada. Es notorio el fuerte contraste existente entre la umbría y la solana de este valle. La primera se halla cubierta por frondosos bosques caducifolios, mientras que la segunda se caracteriza por su paisaje casi por completo deforestado donde los brezales son los protagonistas. En las cabeceras de los barrancos de la parte más alta se pueden observar pequeños bosquetes de abedul, avanzadilla de un bosque que trata de recuperar un terreno que la mano del hombre le hizo perder. A 1670 m de altitud se corona, teniéndose desde ese punto una grandiosa vista del sector lucense. Paisajísticamente destacaría el papel que los abedulares desempeñan en estas montañas como vegetación de límite del bosque en altitud (timberline).

Tras disfrutar de las vistas de cumbre, bajamos hacia A Cruz da Cespedosa, donde concluía la etapa de la vuelta. Son unos 3 km donde se pueden encontrar rampas duras pero que luego a la vuelta nos resultaron hasta fáciles comparadas con los que habíamos subido esa mañana...
Aspecto del valle de Ancares desde el puerto. Importante el contraste entre la solana (izquierda) y la umbría (derecha). En primer término ese puede ver cómo los abedules comienzan a colonizar el brezal.

Abedulares siguiendo los arroyos hacia sus cabeceras rodeados de brezales.

El cartel asusta pero no engaña en absoluto...

Cabecera del valle de Ancares, con el Alto de Cuíña al fondo.

Abedulares en las partes más elevadas de la sierra de Ancares en su vertiente lucense.

En el alto del puerto, tras concluir la ascensión. La altitud del mismo es realmente 1670 m.

Al día siguiente nos vimos en tierras asturianas dispuestos a ascender el que probablemente sea el desde el punto de vista ciclista el puerto más mítico de España: los Lagos de Covadonga. En esta ocasión salimos con la bicicleta desde nuestro hostal situado muy cerca de Cangas de Onís en la carretera que conduce hacia Covadonga, para ir calentando un poco las piernas antes de comenzar el puerto más o menos a la altura de la basílica levantada en honor a la Santina. El tramo inicial es duro pero transcurre por el interior del frondoso monte Auseva y luego por una zona con prados y casas de pastores, lo cual contribuye a hacer más llevadero el esfuerzo. Es muy recomendable realizar a pie el sendero que recorre el monte Auseva (uno de los bosques donde hemos registrado una mayor diversidad de árboles y arbustos en la península Ibérica) hasta la Vega de Orandi, donde el río las Mestas se precipita en el interior de una cueva para luego reaparecer unos kilómetros más abajo.

Del bosque se sale ya cerca de la temible Huesera, un lugar mítico para los aficionados al ciclismo por su dureza. Para mí fue un tramo realmente duro, ya que no sólo se trata de La Huesera en sentido estricto sino que al final esas rampas tan duras se prolongan por aproximadamente dos kilómetros hasta que por fin la ascensión nos da un respiro. La Huesera, al igual que pasaba en el caso de Ancares, tiene una dificultad añadida a la pendiente: el hecho de ver en todo momento lo que te queda para terminar. Esto es probablemente lo que más duro puede resultar al ciclista, ya que nos exige una importante fortaleza psicológica. Después el puerto va encadenando una sucesión de rampas duras, rampas menos duras, descansillos, alguna bajada incluso..., hasta que llegamos al collado sobre el lago Enol, desde donde ya se ve perfectamente este lago y detrás de él los magníficos Picos de Europa. Ya sólo queda bajar al lago Enol y subir otro tramo bastante corto y con una pendiente moderada hasta concluir nuestra ascensión en el lago La Ercina, donde la vista de Picos de Europa es de las que quitan el hipo.
Perfil de la ascensión a los Lagos de Covadonga (www.altimetrias.net)
Vista de Picos de Europa desde el lago La Ercina: todo muy bucólico-pastoril, jeje
El lago Enol, uno de los rincones más populares del Parque Nacional de los Picos de Europa
Para concluir la trilogía de "suicidios colectivos ciclistas" nos enfrentamos a la ascensión al puerto de Pajares desde La Pola de Lena. Aunque este año la Vuelta a España terminó en el Cuitu Negro, nosotros ya nos dimos por satisfechos con llegar hasta Brañillín, a 1480 m de altitud. La vista es siempre maravillosa y se trata de un puerto muy atractivo, pero el hecho de ser una carretera nacional con mucho tráfico hacen poco recomendable su ascensión en condiciones normales. Combina tramos de pendiente suave con rampas bastante duras pero que son bastante llevaderas hasta que se llega al pueblo de Pajares. A partir de allí la dureza va en aumento con frecuentes tramos de pendiente superior al 10 % y una sucesión de rampas durísimas de hasta el 17 % para coronar el puerto de Pajares en sentido estricto. Desde allí, un tramo de descenso en la vertiente leonesa para después desviarnos a la derecha hacia la estación invernal por un carretera ascendente de pendiente moderada. Tras coronar este tramo, llaneamos para alcanzar los edificios de la estación de esquí. 

* En este punto comienza la locura denominada Cuitu negro, unos 3 km con porcentajes demenciales donde seguramente sea más rápido ir andando que pedaleando sobre la bicicleta... (y luego hay dopaje...)
Perfil del puerto de Pajares hasta Brañillín (www.altimetrias.net)
Ya que estuvimos allí, aquí podéis ver el paso del grupo de favoritos de la Vuelta'2012 por el tramo inicial de Cuitu Negro