sábado, 31 de marzo de 2012

Un día en la sierra de San Vicente

Hacía tiempo que tenía ganas de visitar esta comarca de la provincia de Toledo limítrofe con las de Madrid y principalmente Ávila, sobre todo motivado por las continuas referencias a este territorio por parte de mis  amigos Rubén y Fernando, originarios ambos de estas tierras. Por eso, cuando otros amigos afincados en Toledo, Itzi y Pepe, me propusieron salir el sábado pasado a dar una vuelta por esta sierra, no lo dudé un instante y para allá que fuimos. El acceso desde Madrid es bastante sencillo y rápido, y yo que no soy excesivamente "fitipaldi" conduciendo llegué en poco más de una hora a mi destino, Hinojosa de San Vicente, desde donde comenzaríamos nuestro itinerario por esta sierra. Comenzamos cruzando el pueblo de Hinojosa, del cual acabamos saliendo por una pista hormigonada desde la cual se ve continuamente el pico San Vicente. A nuestro alrededor, numerosos pies del abundantísimo enebro de la miera (Juniperus oxycedrus), algunos castaños (Castanea sativa), encinas (Quercus ilex ssp. ballota) y algunos rodales de pinos (Pinus pinaster) de repoblación. En el tramo inicial de la ruta es donde se salva el mayor desnivel, unos 600 m desde Hinojosa de la Sierra hasta el paraje de El Piélago.

Pico de San Vicente (1313 m).
Tras el primer tramo ascendente se alcanza una zona donde comienzan a dominar en el paisaje los castañares, en los cuales existen algunos ejemplares bastante notables. Al llegar a las proximidades de El Piélago comienzan a aparecer los robles melojos (Quercus pyrenaica), que en la parte alta de la sierra constituyen la formación forestal de origen natural más extendida. En las proximidades del monasterio de El Piélago existen también algunas pequeñas repoblaciones de pino albar (Pinus sylvestris) y pino resinero (P. pinaster). Desde esta zona alta se tienen unas buenas vistas de los terrenos llanos próximos a Talavera de la Reina, con paisajes adehesados, del resto de la sierra de San Vicente -incluyendo su cerro más alto, Las Cruces (1373 m)-, y de la vecina sierra de Gredos, donde aún quedaba algo de nieve.

Castañares, melojares y pinares de repoblación subiendo a El Piélago.
La sierra de Gredos escasamente nevada vista desde El Piélago. En primer término, melojares y pinares de repoblación.
Desde este punto, a unos 1.220 m de altitud, se inicia el descenso hacia El Real de San Vicente, a donde se llega tras atravesar algunos castañares bastante bonitos. Cruzamos el pueblo y continuamos por la carretera que conduce hasta Castillo de Bayuela. Es mejor opción coger la pista que conduce hacia Pelahustán y después coger aquélla que se dirige hacia Castillo de Bayuela, un pueblo realmente bonito con un núcleo urbano bastante tradicional. En esta parte basal de la sierra de San Vicente existen olivares, algún viñedo, almendros, parajes adehesados con encinas y algunos alcornoques (Quercus suber) y enebrales con encinas. Estas formaciones de enebros y encinas con bloques de granito intercalados constituyen el paisaje que más me llamó la atención de esta parte baja de la sierra de San Vicente, recordándome mucho al ambiente que se puede encontrar en el entorno de Las Machotas, entre San Lorenzo de El Escorial y Zarzalejo. Por lo que me comentaron Pepe e Itzi, los bloques graníticos que rodean Castillo de Bayuela son bastante conocidos en el mundo de la escalada en bloque.

El último tramo de nuestra ruta (Castillo de Bayuela-Hinojosa de San Vicente) recorrió el que los lugareños denominan "camino de las revueltas", un camino que recorre un valle cubierto por pastos salpicados con algunos morales (Morus sp.) de porte retorcido rodeado de laderas cubiertas principalmente por enebros y encinas. En la parte final del recorrido, al inicio de la ascensión por las revueltas, nos sorprendió un grupo de alcornoques enormes, algunos de los cuales crecían directamente sobre los muros que delimitan las propiedades particulares. Finalmente, llegamos al punto de partida tras una estupenda jornada en la que descubrimos una cercana pero para mí desconocida comarca toledana.

Bonito castañar bajando a El Real de San Vicente

Bajando de El Piélago hacia El Real de San Vicente

"Erizos" en la copa de un castaño
Vegetación de la zona basal de la sierra de San Vicente: encinares con abundantes enebros de la miera
En Castillo de Bayuela encontramos a un pariente de Ceiba ;-)
Alcornoque gigantesco cerca de Hinojosa de San Vicente

domingo, 25 de marzo de 2012

Nueva Zelanda: incendios y transformación de sus paisajes desde los maoríes.

Nueva Zelanda es un país fascinante y tremendamente atractivo, por razones muy diversas. Ya sea por sus grandiosos escenarios naturales -los Alpes del Sur con sus glaciares, los paisajes volcánicos, las costas, los fiordos-, sus maravillas y curiosidades naturales -multitud de animales y plantas endémicos, únicos y curiosos como el kiwi, la kea, los tuátaras, bosques de origen antiquísimo...-, su equipo nacional de rugby -"The All Blacks"-, la cultura maorí -con sus famosas hakas popularizadas por el equipo de rugby- o la grabación del Señor de los Anillos -algunos de los exteriores se grabaron aquí-, Nueva Zelanda es un destino que muchos tendremos en mente para futuros viajes.

Biogeográficamente constituye un lugar del máximo interés. Una gran parte de las especies animales y vegetales que pueblan este territorio son exclusivas del mismo, presentando una gran originalidad y permitiendo trazar los procesos evolutivos que han permitido la diversificación de ciertos seres vivos. Así, por ejemplo, las hayas del Hemisferio Sur (género Nothofagus) se encuentran actualmente distribuidas en la parte meridional de Sudamérica y Australasia (Nueva Zelanda, Australia, Nueva Guinea y Nueva Caledonia) y se han encontrado fósiles en la Antártida, lo cual sugiere que los ancentros comunes a las especies actuales ya estaban presentes cuando Gondwana, la masa continental que aglutinaba Sudamérica, África, la Antártida y Australasia-la India y Arabia, comenzó a desintegrarse, durante el Mesozoico (desde hace unos 185 millones de años).

Una vez nos hemos aproximado a los valores naturales que presenta este archipiélago, vamos a intentar profundizar en el inicio de la importante transformación del paisaje natural que actualmente presenta Nueva Zelanda (deforestación, especies invasoras...) desde que comenzó la ocupación humana hace unos 700-800 años. Antes del inicio de la ocupación humana, Nueva Zelanda estaba cubierta por bosques en un 85-90 % de su superficie, quedando los matorrales y las comunidades herbáceas limitados a zonas por encima del límite del arbolado. En la Isla Sur, los bosques debieron ser bastante cerrados y dominados por Nothofagus en los lugares más húmedos y elevados y por Podocarpaceae (un conjunto de coníferas australes: Dacrydium cupressinum, Prumnopitys spp., Dacrycarpus dacrydioides, Podocarpus spp., Halocarpus spp., Phyllocladus alpinus) en los sitios más secos situados en cotas más bajas. Los maoríes, pueblo de origen polinesio, llegaron a Nueva Zelanda en fechas bastante recientes, en torno a 1280 d.C. Se sabe que tras su llegada a la Isla Sur se produjo la deforestación del 40% de los bosques originales, que fueron sustituidos por pastos de herbáceas amacolladas (su aspecto se asemeja a jorobas sobre el terreno) y matorrales-helechares. Tras la llegada de los europeos a mediados del s. XIX d.C. se produjo la transformación de esas formaciones de matorral en zonas de pasto dominadas por especies europeas introducidas y que permitían la cría de ganado de origen europeo.

En prácticamente todos los rincones del mundo el fuego ha sido la principal herramienta para abrir claros en la vegetación y permitir el desarrollo de actividades humanas como la agricultura y el pastoreo. Un hecho ampliamente demostrado es que a menudo la intensificación en el uso del fuego por parte de las comunidades humanas va unida a oscilaciones climáticas que facilitan la expansión de esos incendios. David B. McWethy et al. (2010, PNAS) se plantearon en su estudio paleoecológico conocer el alcance de las modificaciones que sufrió el medio neozelandés con la llegada de las diferentes oleadas de colonización humana (maoríes, europeos), qué cambios se produjeron en los regímenes de incendios y si estos guardaron alguna relación con cambios climáticos.

Estos investigadores desarrollaron un trabajo muy importante, ya que analizaron hasta 16 secuencias sedimentarias procedentes de otros tantos lagos y turberas distribuidas a lo largo y ancho de la Isla Sur neozelandesa, abarcando todo el rango de condiciones climáticas y fisiográficas actuales. A partir de ellas reconstruyeron los regímenes de incendios analizando el registro de partículas de carbón macroscópicas asociado a esos incendios pasados, la estabilidad de las laderas y procesos erosivos midiendo la susceptibilidad magnética del sedimento y diversos parámetros de geoquímica, y las variaciones en las condiciones de los lagos a partir del registro de diatomeas y Chironomidae.

En cuanto a los resultados de este trabajo, el registro de carbones sedimentarios muestra que durante los doscientos años de la llegada de los maoríes aumentó de forma exagerada el número de incendios, registrándose entre 1 y 3 eventos (que pueden incluir uno o más fuegos cada uno) cada siglo. Este proceso no fue sincrónico en toda la isla pero se produjo en todo el territorio salvo en los enclaves más húmedos o donde la presencia de barreras naturales pudo dificultar la expansión del fuego por el territorio. Este periodo de alta recurrencia y severidad de incendios no estuvo asociado en ningún caso con las variaciones climáticas registradas en Nueva Zelanda en anillos de árboles y estalactitas en cuevas. Los densos bosques originales fueron sustituidos por helechares y matorrales y no se recuperaron ni durante el transcurso de los siglos siguientes. Tras este periodo inicial, durante el periodo Maorí tardío descendió la incidencia del fuego en el paisaje neozelandés, para después volver a incrementarse su utilización por parte de los colonos europeos. D este modo, todo apunta a que estos incendios fueron los responsables de la importante tasa de deforestación registrada en Nueva Zelanda tras la llegada de los maoríes. La deforestación trajo consigo un aumento en la inestabilidad de las laderas y procesos erosivos que han quedado registrados en los sedimentos. Los maoríes aclararon de forma notable los cerrados bosques de la Isla Sur para establecer paisajes en mosaico que favorecían de forma notable su economía, mientras que los europeos culminaron este proceso transformando esos matorrales y pastos amacollados en pastos más favorables a su ganado.

La escasa respuesta de los bosques neozelandeses tras los incendios puede ir ligada al hecho de que son formaciones que se han desarrollado bajo condiciones húmedas y frescas que no favorecieron las igniciones naturales que desencadenasen incendios. Así, las especies que componían esos bosques carecían casi por completo de adaptaciones al fuego, mostrando cortezas delgadas, poca capacidad de rebrote y semillas vulnerables al fuego.

Mapa con la Isla Sur de Nueva Zelanda y la localización de los diferentes lagos y turberas estudiados. Los histogramas representan la tasa de acumulación de partículas de carbón (nº de partículas que se depositan sobre un cm2 en un año), que es una medida de la incidencia del fuego en un lugar. La banda gris señala el momento del inicio del poblamiento maorí esta isla. En la parte inferior derecha se puede apreciar el histograma sintético donde se aprecia el aumento de los incendios durante el periodo maorí, la estabilización durante el periodo maorí tardío y el repunte en el uso del fuego al inicio de la colonización europea. Tomado de McWethy et al. (2010) PNAS

jueves, 22 de marzo de 2012

Observación de aves en La Mancha húmeda (o qué hacéis vosotras en un sitio como éste)

A la vuelta de nuestro viaje a las montañas andaluzas aprovechamos nuestro paso por La Mancha para visitar una serie de lagunas que presentan un notable interés ornitológico. A pesar de que el momento de nuestra visita no ha sido el óptimo (en principio muchas aves invernantes han abandonado ya nuestras latitudes) y que las escasas precipitaciones otoñales/invernales no han conseguido dotar de una lámina de agua más o menos continua a las lagunas de régimen exclusivamente pluvial, disfrutamos de una estupenda jornada de avistamiento de aves acuáticas.

Nuestra primera parada fue en las lagunas de Alcázar de San Juan. Se accede a las mismas desde la carretera que une la citada localidad con Villafranca de los Caballeros, muy cerca de Alcázar. El paraje donde se encuentran las lagunas dista mucho de ser idílico: rodeado por el polígono industrial del pueblo, adyacente a la depuradora municipal, a escasos metros de la carretera, con una cubierta vegetal llena de hierbajos ruderales..., y en tiempos no muy lejanos, con la megafonía de un cercano centro comercial atronando. Vamos, que más que responder a nuestra idea de paraíso se acercaría a la de infierno o estercolero... Y sin embargo, aparcas el coche, te diriges hacia el observatorio de aves más próximo, bajas la trampilla, te asomas, echas un vistazo a la lámina de agua, y te quedas pasmado con la cantidad de aves que ves y la variedad de sus formas. A continuación, cuando ya te cuelgas los prismáticos (sí, leéis bien, SÓLO prismáticos), comienzas a identificar la gran diversidad de aves acuáticas que pueblan tan peculiar enclave y a disfrutar plenamente con su observación. Y es que a una distancia mínima observamos las especies que voy a relatar a continuación, algunas de las cuales eran nuevas para mí y me hizo una ilusión tremenda poder verlas delante de mis ojos interaccionando con su medio: flamenco, malvasía, zampullín chico, zampullín cuellinegro, cerceta común, cerceta carretona, porrón común, ánade real, ánade friso, pato cuchara, aguilucho cenizo, focha común, polla de agua.


¿Alguien se anima a identificar algunas? Lagunas de Alcázar de San Juan

Observando aves con todo el "friquismo". De los pocos humedales que conozco donde con unos prismáticos de 10x puedes observar aves perfectamente.
Al cabo de un ratejo nos marchamos a otra laguna muy próxima donde continuamos disfrutando con nuevas incorporaciones como tarro blanco, pato colorado y gaviota reidora (ya con la cabeza oscura). Después de comer continuamos la ruta hacia las Lagunas de Villafranca de los Caballeros, donde vimos cigüeñuela, además de las siempre abundantes fochas. No paramos demasiado pero sí contemplamos la espectacular costra salina que en estos momentos cubre las lagunas de Tirez y de Peña Hueca, en Villacañas. Por último, en la Laguna Larga de esta localidad toledana completamos nuestro registro con algunas limícolas, que hasta ese momento se nos habían resistido: zarapito real en vuelo, archibebe común, andarríos chico, avefría y chorlitejo cf. patinegro. Todo esto en medio de un importante ambiente patagónico con fuerte viento del norte que nos invitaba amablemente a retirarnos... En resumen, un gran día de observación de aves acuáticas en pleno corazón de la mancha. ;-)

Sierra de Cazorla

Después de la ascensión a La Sagra nos desplazamos hacia nuestro siguiente destino, Cazorla, en la provincia de Jaén. Hay un buen trecho en coche entre ambas sierras (creo que nos llevó más de dos horas), pero el paisaje es realmente bonito (lo que pudimos ver, ya que se nos hizo de noche) y eso atenúa el cansancio que produce conducir tanto tiempo tras una actividad física relativamente exigente.

Cazorla y las sierras que integran el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas son lugares con un enorme significado para mí. En primer lugar recuerdo que cuando era pequeño leía en los libros y revistas acerca de la riqueza faunística de este territorio, hogar de muchos de los grandes ungulados de la fauna ibérica ((re)introducidos o no). Muchos de los que leéis este blog también tendréis en mente esas impactantes escenas de la berrea de los ciervos a orillas del embalse del Tranco de Beas grabadas por Félix Rodríguez de la Fuente para "El Hombre y la Tierra". Después uno crece, entra en una carrera denominada "Ingeniería de Montes" y allí se multiplican las referencias a los montes de este territorio: los árboles más viejos de España, ejemplos de ordenación forestal, selvicultura, repoblaciones y ordenaciones forestales o correcciones hidrológicas para reducir los riesgos de riadas procedían frecuentemente de estas sierras. Aquí podéis ver un reportaje más o menos corto con algunos de los principales hitos en la gestión forestal de estas sierras. Cuando se avanza aún más en el friquismo botánico, aparecen las plantas que son exclusivas de estas tierras como la Viola cazorlensis, Pinguicula vallisneriifolia o Geranium cazorlanum.

Aún recuerdo con gran alegría esa primera expedición a estas tierras con mis amigos Alonso, Félix, Dani y otros amiguetes suyos en la cual experimentamos el duro clima cazorlense con buenas nevadas incluidas, ascendimos al pico Cabañas pasando por el nacimiento del Guadalquivir en la Cañada de las Fuentes, conocimos los árboles más viejos de España en el entorno de Puerto Llano y tomamos contacto con el río Borosa.


Pinos salgareños (P. nigra) en la zona del pico Cabañas y Puerto Llano, donde se han localizado los árboles más viejos de España, con una edad estimada en unos 1.050 años.
La segunda visita a este terreno fue de lo más variopinto. Por una parte "tullí" mi coche nuevo en una de esas características calles de Cazorla, empinadas, estrechas y llenas de coches mal aparcados. También conocimos uno de esos sitios donde es preferible no tener que acudir, el centro médico, ya que nuestro amigo Guille estaba bien pachucho aquel día. Además en la ruta hacia el pico Banderillas perdimos el camino y acabamos dando vueltas por un pinar en una ladera tremendamente empinada..., lo cual nos impidió llegar a nuestro objetivo pero nos permitió recorrer en profundidad un bonito pinar salgareño. Desde el punto de vista más positivo, ascendimos al cerro de Navalperal por Las Acebeas, un paraje mítico con una vegetación muy interesante y pudimos observar la Cueva de los Chorros, allí donde nace el río Mundo, con un caudal impresionante. Mención aparte merece el hecho de que durante este viaje conocí a una persona (su personalidad y forma de ser, no a ella físicamente) tremendamente especial para mí y con la que posteriormente compartí casi dos años de mi vida, Silvia.

Cueva de los Chorros, nacimiento del río Mundo

Monte "Las Acebeas", en la sierra de Segura
Esta vez el viaje me traía aquí con la misma agradabilísima compañía de la que ya disfruté en el pico de La Sagra, y el objetivo era recorrer el curso alto del río Borosa. Así, salimos por la mañana del domingo desde Cazorla hacia Vadillo Castril, donde continuamos por la pista que asciende hacia el Collado de Fuente Bermejo y Los Campos de Hernán Perea. Nosotros dejamos el coche en el citado collado y comenzamos a caminar por la pista que desciende hacia la laguna de Valdeazores. Por el camino recorrimos bosques de pino salgareño, el emblema de estas sierras, donde se pueden ver intercalados algunos ejemplares añosos y de buen porte, especialmente en las partes altas y rocosas de las muelas calcáreas. Otras especies arbóreas que se pueden observar en este tramo son el arce (Acer opalus subsp. granatense), el fresno (Fraxinus angustifolia), el acebo (Ilex aquifolium) e incluso algunos tejos (Taxus baccata). Mención aparte merecen algunos rodales de encinas (Quercus ilex subsp. ballota) y quejigos (Quercus faginea subsp. faginea), con ejemplares de gran porte. Me resulta especialmente sorprendente las dimensiones que alcanzan algunas hiedras (Hedera helix), que amenazan con ahogar los pinos sobre los que se apoyan en su crecimiento. El muérdago (Viscum album) crece de forma abundante sobre los pinos salgareños siendo sus semillas dispersadas por los animales. En realidad no era raro encontrar por el suelo montoncejos de dichas semillas (¿excrementos o vómitos?). Para los más apasionados de la ingeniería hidráulica, decir que en el tramo alto de este barranco se pueden apreciar algunos diques de corrección hidrológica-forestal.

Narcissus hedraeanthus

Bajando por el barranco de Valdeazores
Caminando tranquilamente y en un recorrido animado por multitud de aves forestales (carboneros comunes y garrapinos, pinzones vulgares, reyezuelos listados...), llegamos a las inmediaciones de la laguna de Valdeazores, con sus características aguas de color azul turquesa, y a continuación a la laguna de Aguas Negras y el manatial homónimo, situados en un enclave precioso rodeado de grandes bloques de caliza. En esta zona del recorrido conocimos a un nuevo y simpático amigo... Posteriormente atravesamos los túneles asociados a la infraestructura del salto hidroeléctrico del Borosa (con la intriga de ver si en algún tramo nos dábamos en la cabeza con el techo, ya que el paso es bastante estrecho en algunos puntos) y bajando por una senda bien marcada se llega al salto de Los Órganos, una cascada bastante interesante y bonita pero que este año presenta un caudal mínimo dada la escasez de precipitaciones. Por debajo, el río Borosa forma una serie de pozas de aguas turquesa donde en verano, según me informa Manu, se puede disfrutar de un bañito de lo más agradable. Llaman poderosamente la atención a una persona criada en el Alto Tajo como yo los edificios travertínicos que salpican toda esta zona aguas abajo del Salto de los Órganos. Estas estructuras se forman en enclaves donde las aguas contienen carbonato cálcico procedente de la disolución de la roca caliza presente previamente en la zona. En determinadas circunstancias, normalmente en áreas de cascadas o remansos, el carbonato cálcico precipita sobre la vegetación existente en el lecho del río, formando capas de mineral que cubren las hojas, ramas, musgos... A la larga, el tejido vegetal termina descomponiéndose y queda una roca muy porosa donde pueden observarse con facilidad moldes perfectos de hojas, ramas, piñas... Por la posición que ocupan en el valle, bastante lejos del cauce actual del Borosa, podemos tomar conciencia de lo que puede cambiar la posición del cauce de un río a lo largo del tiempo.

Laguna de Valdeazores

Nuestro nuevo amiguete posando.

Laguna de Aguas Negras reflejando las montañas circundantes
Nosotros y la laguna de Valdeazores

Edificio travertínico en la zona del salto de Los Órganos
Salto de los Órganos, un poco escasito de caudal
A la vuelta, desde el coche pudimos ver cabras monteses, la zona del pico Empanadas y el Estrecho de los Perales, donde nos hicimos alguna fotejo. Conclusión: ¡¡gran día en un entorno privilegiado!!

Entorno del pico Empanadas

En el Estrecho de los Perales

miércoles, 21 de marzo de 2012

Sierra de la Sagra (2.381 m)

Hacía ya tiempo que planeaba por mi cabeza la idea de volver a Andalucía para recorrer alguna de sus múltiples y preciosas sierras. Y es que esta tierra nunca nos defrauda cuando vamos a visitarla, y ya van unas cuantas veces; sierra de las Nieves, sierra del Aljibe, sierra del Pinar de Grazalema, sierra Bermeja, sierra de Tejeda, el Torcal de Antequera, sierras de Cazorla y Segura, sierra de Baza y, por supuesto, Sierra Nevada, son lugares que ya hemos visitado, algunos en repetidas ocasiones y que cada vez que vuelvo me siguen fascinando y enamorando incluso más que en la anterior ocasión. Además, viajar a Andalucía tiene el aliciente adicional -en realidad como en otras muchas regiones españolas- de la buena gastronomía con la que nos solemos deleitar tras las duras pero gratificantes jornadas montañeras.

Esta vez nos planteamos una serie de nuevos y atractivos objetivos entre los que se encontraba la sierra de la Sagra. La sierra de la Sagra (2.381 m) es la montaña más alta de las cordilleras Béticas fuera de Sierra Nevada. Se trata de un pico tremendamente aislado que me cautivó desde la primera vez que lo vi por su prominencia y su aspecto de volcán. Después, consultando a algunos compañeros del trabajo, me hablaron de otros puntos de gran interés para gente interesada en la vegetación y la flora como es mi caso: pinares de pino negral (Pinus nigra subsp. salzmannii) con ejemplares viejísimos y matorrales almohadillados espinosos de zonas de cumbre bien conformados.

La situación geográfica de esta sierra es bastante remota, en el norte de la provincia de Granada casi en el límite con las de Albacete, Murcia y Jaén, cerca de La Puebla de Don Fadrique. Para llegar allí desde Madrid hay que recorrer un largo y agotador trayecto que hace que haya que tomárselo con paciencia. Pero el paisaje ya se insinuaba interesante durante el tramo final del viaje, lo cual nos fue animando para llegar a nuestro destino. Este tramo que recorrimos de noche por carreteras secundarias nos permitió ver nuevamente una de las cosas que hace grande a este país: la variedad de sus paisajes, sus gentes y su medio rural. Al fin llegamos a Nerpio, en la provincia de Albacete, Lau, Iván, Gaby, Manu, Mamen, Óscar, Luis y el que esto escribe, con ganas de pasar un puente inolvidable. En el cámping de esta localidad albaceteña pasamos la noche.

A la mañana siguiente cogimos los coches y nos desplazamos hacia La Sagra, por una carretera que iba empeorando por momentos pero que nos permitió disfrutar de un paisaje lleno de hoces, barrancos, muelas, bosques, huertos de nogales y áreas de pasto. Pasamos junto a la sierra de las Cabras, donde se encuentra la máxima altitud de la provincia de Albacete, y aún pudimos ver que tenía algo de nieve. Finalmente entramos en la provincia de Granada a la altura del puerto del Pinar (1600 m), rodeados de bonitos pinares de pino negral (P. nigra), conocido en estas tierras como pino salgareño. Desde allí, hacia los Cortijos de la Sagra, donde comienza la ruta elegida para subir al pico, una circular con ruta de ascenso por el conocido como "Bosque Vertical", ascensión por la cuerda hasta la cumbre y descenso por la ruta normal del Collado de las Víboras. La ruta se encuentra descrita con detalle en este enlace. La ruta es sencilla de situar porque siempre tenemos visible la montaña, así que es difícil perderse. Sin embargo, hay que estar atento porque existe un tramo de "navegación" por pistas en el cual es posible despistarse. Desde el conocido como collado Blanco ya se ven en los farallones de la Sagra masas de pinos salgareños de grandes dimensiones con sus troncos plateados y sus copas más o menos aplanadas. Algo más adelante, cuando se llega a la base de un retén forestal se inicia el ascenso en fuerte pendiente por el "Bosque Vertical" en medio de árboles realmente majestuosos, con varios siglos de edad cada uno de ellos. El pino salgareño es la especie de árbol más longeva de la península Ibérica, al menos de forma documentada, alcanzando algunos ejemplares de la sierra de Cazorla, en el entorno del pico Cabañas más de mil años de edad (Creus, 1998). Me pregunto qué edad tendrán estos magníficos ejemplares de la sierra de la Sagra, ya que parecen realmente viejos.

Pinar salgareño en las paredes de la umbría de La Sagra.

Cicatrices en la base de un pino salgareño que fue objeto de aprovechamiento de teas por parte de los pastores para calentarse durante los días de frío en esta sierra.

Vistas hacia la sierra de Segura desde El Bosque Vertical

Parece que sí es vertical...
La fuerte pendiente hace que se alcance el collado de la Sagra Chica a unos 2000 m de altitud de forma bastante rápida. A partir de este punto ascenderemos hacia la cumbre por el cordal de la montaña, en un ambiente de "treeline", esa situación de ecotono donde los árboles no forman un dosel continuo y se encuentan salpicados entre el matorral almohadillado espinoso propio de las zonas más elevadas y venteadas de estas montañas mediterráneas meridionales. Las duras condiciones ambientales hacen que estos árboles presenten portes tortuosos y deformes, de una extraña belleza, que cautivan a todo amante de la Naturaleza que se anima a pasear por estos parajes. El matorral en esta montaña lo dominan la sabina rastrera (Juniperus sabina), el cojín de monja (Erinacea anthyllis), el piorno de crucecillas (Vella spinosa) y Hormathophylla spinosa y alcanza la propia cumbre de la montaña. Vimos individuos de pino salgareño hasta una altitud de 2280 m, que constituye el límite altitudinal superior para esta especie al menos en la península Ibérica.

Magníficos ejemplares de Pinus nigra en la treeline de la sierra de la Sagra a unos 2050 m de altitud.

¿Qué edad tendrán estos bonsais de pino salgareño? Sin duda que varios siglos de árbol nos contemplan.

Lau y yo con uno de estos impresionantes ejemplares.

Matorral almohadillado y pies tortuosos de pino salgareño. En primer plano, matas de sabina rastrera.

Matorral almohadillado espinoso de alta montaña mediterránea con uno "de los últimos de Filipinas" a unos 2200 m de altitud.
Finalmente alcanzamos la cima, desde donde las vistas son magníficas, pudiéndose contemplar las amplias vegas que se encuentran próximas a la montaña por el sur y  las sierras próximas de Segura, Cazorla y Castril. El descenso lo hicimos continuando el cordal hacia el collado de las Víboras, donde se puede visitar un bonito rodal de pinar salgareño con matas realmente extensas de sabina rastrera. Tras siete horas de marcha llegamos a los coches con una hermosa vista de esta imponente montaña que logramos coronar y con la alegría y satisfacción de haber pasado una jornada de montaña estupenda en una compañía inmejorable. :-)

En la cumbre de la Sagra (2.381 m), las vistas son realmente amplias y variadas.
Grupo expedicionario en la cumbre del pico de la Sagra.
Más pinos salgareños vetustos.
Grupo y la Sagra detrás.
El trayecto hacia Cazorla nos deparó una última sorpresa en forma de parcelas con secuoyas gigantes (Sequioadendron giganteum) que llaman mucho la atención entre los pinares-encinares que cubren la mayor parte de las partes bajas de La Sagra.

viernes, 16 de marzo de 2012

La paleoecología y el declive en las poblaciones de ciertos árboles

Sobre este asunto trata el siguiente vídeo, en concreto se aborda el declive y casi extinción de los robles y las coníferas del género Tsuga en el este de Estados Unidos hace unos 5500 años, sus posibles causas y qué relación puede guardar este proceso con lo que ocurre en el presente y puede ocurrir en el futuro.

 Además se explican de una forma muy didáctica algunos aspectos sobre el estudio paleoecológico que a menudo no son fáciles de entender, con esa habilidad que tienen los norteamericanos para divulgar ciencia de una forma sencilla (bueno, relativamente). La única posible pega que puede tener, que es en inglés.¡A disfrutarlo!

http://www.cctv.org/watch-tv/programs/secrets-mud-hemlock-mystery

domingo, 11 de marzo de 2012

Consecuencias de las extinciones de megafauna en Norteamérica

Uno de los temas científicos que más me apasiona en los últimos tiempos (aparte de mis propios trabajos, claro está ;-)) es la evolución ambiental de Norteamérica al final del último ciclo glacial. Durante este periodo (hace entre 17000 y 9000 años) se producen una serie de situaciones realmente originales, fundamentalmente la conocida como "extinción o colapso de megafauna" y la presencia dominando el paisaje de bosques que carecen de análogos modernos (es decir, que en la actualidad no encontramos nada similar en ninguna parte del globo). Los cambios que se registran en la vegetación son especialmente rápidos hace entre 13 y 10 mil años. Pasemos a ver en qué consistieron y cómo se produjeron todas estas situaciones y si pudiera existir alguna relación entre ellas. Para ello, seguiremos los resultados y razonamientos expuestos en Gill et al. (2009, Science, http://www.geography.wisc.edu/faculty/williams/lab/pubs/Science%202009%20Gill.pdf).

La extinción de megafauna en Norteamérica consiste en una oleada de extinciones que azotó América del Norte eliminando más de la mitad de sus especies de mamíferos con un peso superior a 32 kg y causando la desaparición completa de aquéllas con un peso superior a la tonelada. Las causas de este proceso se considera que pudieron ser los cambios climáticos y la caza por parte de los seres humanos, que actuaron muy probablemente de forma conjunta. Una hipótesis bastante sugerente fue que el impacto de un meteorito hace unos 12900 años pudo causar esta extinción masiva, pero ha sido duramente criticada (en PNAS se puede seguir toda esta polémica con detalle).

Por otra parte, las comunidades vegetales sin análogos actuales se infieren a partir del registro polínico, donde se observa una extraña mezcla de árboles caducifolios propios de climas templados (fresnos, olmos, carpes...) con coníferas características de climas fríos (píceas, alerces...).

La forma en que se desarrollaron los acontecimientos sugiere que debieron existir relaciones causales entre la extinción, la existencia de esas comunidades vegetales y la rapidez de los cambios vegetales ocurridos. Para abordar estas cuestiones, el equipo de investigadores que comentábamos utilizó el registro sedimentario de varios lagos en el norte de los Estados Unidos. En esos registros sedimentarios evaluaron la composición de la vegetación mediante análisis polínicos, la abundancia y/o severidad de los incendios a través del registro de carbón sedimentario, y la abundancia de herbívoros de gran tamaño utilizando la abundancia de esporas del hongo Sporormiella, que suele poblar los excrementos de los herbívoros.

Representación de los principales resultados de Appleman Lake (Indiana), donde se aprecia la evolución de la vegetación (coníferas y frondosas propias de las formaciones sin análogos, distintos tonos de verde), las poblaciones de herbívoros (estimadas a partir de la curva azul) y los incendios (utilizando carbones, curva negra) (Gill et al., 2009, Science)
En el lago estudiado con mayor detalle, Appleman Lake, se aprecia que Sporormiella es abundante hasta hace 14.800 años, cuando comienza un acusado descenso que hace que a partir de hace 13.700 años este hongo muestre un registro muy escaso que sugiere un declive muy acusado en las poblaciones de grandes herbívoros americanos, que se extinguirían finalmente hace unos 13-11,5 milenios. Las comunidades vegetales sin análogos en la actualidad se desarrollaron a partir de hace unos 13700 años, justo después del descenso en las poblaciones de herbívoros (que indica Sporormiella), y se caracteriza por un aumento en la representación de fresnos y carpes, que pasan a acompañar a las ya establecidas píceas. Estos bosques persistieron hasta hace unos 11900 años, cuando fueron desplazados por pinares y posteriormente por robledales durante el Holoceno inicial (10500 años). Respecto a los incendios, hasta hace unos 14300 años los incendios bien fueron muy escasos o la biomasa acumulada no era suficiente para producir grandes cantidades de carbón. Entre esta fecha y hace 10700 años tuvo lugar una fase en la cual se produjeron varias fases de incendios coincidiendo con el descenso en la representación de Sporormiella y los cambios en la vegetación regional.

A partir de estos resultados se puede afirmar que la desaparición de los grandes herbívoros se produjo de forma progresiva y no completamente repentina (desestimándose por tanto la hipótesis de un impacto extraterrestre) y liberó probablemente de una importante carga pastante a una serie de árboles caducifolios (que son preferidos por los herbívoros), permitiendo de esta forma la expansión de sus poblaciones y el establecimiento de los bosques sin análogos actuales. Asimismo, la acumulación de una creciente biomasa no consumida por los herbívoros favoreció el aumento en los incendios que se registra en toda esta zona a partir de hace unos 14000-13000 años. Sin embargo, uno de los grandes interrogantes en la paleoecología norteamericana, discernir las causas finales de la extinción de megafauna, climáticas y/o humanas y en qué grado cada grupo de ellas, queda a la espera de respuestas definitivas.