jueves, 13 de diciembre de 2012

Colapso maya (I): ¿sobreexplotación de sus recursos naturales?

El florecimiento y colapso de las civilizaciones es un tema que tradicionalmente ha captado la atención tanto de grandes investigadores como del público general, todos fascinados por la rapidez y magnitud de los cambios acaecidos. El caso particular de la civilización Maya Clásica es uno de los más impresionantes que han tenido lugar en la historia de la Humanidad, y aún no está del todo esclarecido. El colapso de las ciudades mayas del periodo Clásico entre el 790 y el 950 d.C. se ha atribuido a diversas causas: degradación ambiental, cambio climático, desastres naturales, guerras u otras cuestiones políticas. Para estas ciudades mayas el colapso se define como "el cese de actividades arquitectónicas importantes y la casi desaparición de estelas datadas" (Culbert, 1973), a lo que McNeil et al. (2010) añaden el descenso acusado en la población urbana.

En esta entrada trataremos sobre una de las explicaciones más extendidas que se han sugerido para este colapso, la del incremento poblacional que llevó a una deforestación acusada y a importantes procesos erosivos que acabaron empobreciendo los suelos y causando carestía de alimentos. Para ello vamos a comentar los principales resultados del análisis polínico que McNeil et al. (2010, PNAS) llevaron a cabo en una secuencia sedimentaria extraída de una charca próxima a la antigua ciudad maya de Copán, en Honduras.

Uno de los monumentos de Copán, el juego de pelota (Wikimedia Commons)
 Copán se encuentra en la zona periférica suroriental de la región Maya. Algunos mayas se establecieron en esta área durante el siglo II d.C., pero fue en el año 427 d.C. cuando un señor maya llamado K'inich Yax K'uk' Mo' llegó a este valle y se convirtió en su gobernante supremo. El colapso de la ciudad se produjo entre el 810 y el 822 d.C., al tiempo que la población disminuyó de forma muy acusada. Los principales periodos de ocupación en Copán son el Preclásico (1300 a.C.-100 d.C.), el Protoclásico (100-400 d.C.), el Clásico (400-900 d.C.) y el Postclásico (900-1500 d.C.), que es posterior al colapso de muchas ciudades mayas.

A continuación se expone la explicación más comúnmente aceptada hasta la publicación de este artículo. La población aumentó de forma rápida, necesitando más alimentos y madera para contrucción y leñas. Esto trajo consigo una importante deforestación y una reducción de los terrenos de cultivo más fértiles, que habrían sido ocupados por edificios. Para resolver este problema los mayas habrían comenzado a deforestar y cultivar las laderas de las montañas, con los consiguientes procesos erosivos asociados que habrían arruinado los suelos. Hasta aquí todo perfectamente razonable.

Pero ahora es cuando viene lo sorprendente. ¿Cómo puede haber tenido una aceptación tan amplia una explicación basada en una evidencia tan débil? Ahora lo vais a entender. El principal apoyo de esta hipótesis se encontraba en el estudio de un testigo sedimentario procedente de la charca Petapilla, a unos 4,5 km de Copán. El estudio del polen almacenado en los sedimentos del lecho de este charca permite reconstruir la dinámica de la vegetación en su entorno y cómo ha sido la respuesta de ésta ante las actividades desarrolladas por los mayas en los diferentes periodos comentados. Pues bien, el punto débil de esta tesis radica en que la secuencia sedimentaria en la cual se basa comienza alrededor del año 1010 d.C., más de 100 años después del colapso de Copán. ¿Cómo se puede explicar el proceso de colapso de la civilización Maya Clásica con un registro que no abarca dicho periodo? A mí al menos me sorprende, sobre todo sabiendo la "caña" que suelen dar los revisores de artículos científicos cuando intentas publicar un trabajo...

Esta situación llevo a McNeil y sus colaboradores a intentar desvelar los entresijos de este colapso en mayor profundidad, para lo cual extrajeron un testigo de la misma charca Petapilla pero que abarca 3000 años, permitiéndoles discutir de forma más detallada cuál fue el impacto de los mayas sobre el medio en los diferentes periodos considerados. El principal resultado es que varios periodos de deforestación acusada han tenido lugar en los últimos 3000 años, pero ninguno de ellos durante el final del periodo Clásico. Los principales eventos de deforestación tuvieron lugar hace unos 3000 años (periodo Preclásico) cuando se inició el cultivo del maíz (Zea spp.), en la parte final del periodo Protoclásico y al inicio del periodo Clásico, cuando llegó el primer rey maya de Copán y se construyeron muchísimos monumentos que requirieron cantidades ingentes de madera..

Un apoyo muy importante para la interpretación de la cronología de la secuencia analizada fue el hallazgo de un nivel de cenizas volcánicas ("tephra layer") asociado a la erupción del volcán Ilopango, en El Salvador. Los niveles tephra se pueden datar con una gran precisión y además permiten una comparación directa de distintas secuencias, ya que las cenizas se depositaron al mismo tiempo en todas los lagos/turberas de la región. Y es que el tephra Tierra Blanca Joven detectado en Petapilla se encuentra justo en el periodo Clásico, y así permite datar con suma precisión el último proceso acusado de deforestación al inicio del periodo Clásico.

Sin embargo, al final del periodo Clásico se aprecia una recuperación del bosque, que los autores del trabajo vinculan con un aprovechamiento más sostenible de los recursos forestales. Asimismo, parece que la disminución en la superficie cultivable por la expansión urbana pudo ser compensada por el comercio con otras ciudades próximas. La rápida recuperación del bosque coetánea con el colapso de la ciudad sugiere que este proceso fue muy rápido. Por último, ya que la sobreexplotación del medio por parte de los mayas parece descartarse, gana terreno la hipótesis que vincula el colapso maya con cambios climáticos. Los resultados que se presentan en este trabajo no son muy adecuados para discutir el clima pretérito (hablaremos de esto en la siguiente entrada) pero la presencia de niveles de arcillas endurecidos sugieren sequías acusadas al final del periodo Clásico.

martes, 13 de noviembre de 2012

Tejera Negra otoñal 28.10.2012

En esta entrada me gustaría ensalzar las virtudes de la otoñada en un paraje de la sierra de Guadalajara que siempre ha sido muy especial para mí desde pequeño. Y es que estos barrancos siempre sonaron con fuerza en mi cabeza desde que comencé a interesarme por las plantas hace ya unos cuantos años (cómo pasa el tiempo aunque uno siga siendo joven :-P). Efectivamente, los hayedos suelen tener un especial atractivo para el aficionado mediterráneo a la botánica, quizá por reunir algunas de las principales características de los bosques templados centroeuropeos (árboles bastante altos y rectos, ambiente sombrío y húmedo, casi ausencia de vegetación bajo las copas por la escasez de luz...). Además, y esto era lo que más me atraía a mí en un principio, el haya alcanza en la sierra de Ayllón, allá donde se tocan las provincias de Madrid, Segovia y Guadalajara, uno de los límites meridionales de su área de distribución, en concreto el suroccidental. De esta forma los hayedos del Sistema Central suman a su mayor o menor belleza e interés intrínsecos, el fuerte atractivo de lo raro, de lo no es común ni abundante.

Valle del río Lillas con la Buitrera al fondo. Se puede apreciar también cómo las solanas se encuetran cubiertas por el roble melojo mientras el haya domina en las umbrías y en fondo de los valles (siempre que no haya encharcamiento)
 Repasemos entonces brevemente la situación del haya (Fagus sylvatica) en estas montañas. El haya es un árbol de distribución preferentemente centroeuropea que crece en áreas de clima fresco y húmedo donde, y éste es probablemente el factor clave, la sequía estival es muy breve o se ve atenuada por la presencia frecuente de nieblas. Estos requerimientos son los que limitan en gran medida su expansión hacia áreas de clima mediterráneo ya que por lo demás puede crecer sobre un amplia variedad de suelos. De esta forma se trata de un árbol muy frecuente en Europa central, donde forma extensos bosques en zonas de llanura y en las cotas bajas-medias de las montañas, como por ejemplo los Alpes, el Jura o los macizos de Baviera. En la península Ibérica es abundante en la vertiente norte de la cordillera Cantábrica, especialmente en sus sectores central y oriental, en las zonas más occidentales y orientales de los Pirineos y montañas próximas y en la vertiente norte del Sistema Ibérico norte. Se enrarece hacia las vertientes sur de la cordillera Cantábrica y del Sistema Ibérico norte, así como hacia el Pirineo central y por último cuenta con poblaciones muy pequeñas en algunas montañas catalanas (llegando hasta los puertos de Beceite, en el límite entre Cataluña, Aragón y la Comunidad Valenciana) y en el Sistema Central. En el Sistema Central tenemos los hayedos de Montejo de la Sierra (Madrid), el hayedo de la Pedrosa subiendo al puerto de la Quesera (Segovia) y los hayedos de Tejera Negra (Guadalajara). Además hay rodales y ejemplares dispersos en muchas de las cabeceras de los valles de esta zona. Entre ellos, aunque personalmente me parece que todos tienen su encanto, considero que el más bonito e interesante es el del Tejera Negra, que además cuenta con las mayores extensiones de hayedo con diferencia. Sí, es posible que me traicionen en cierto modo "el amor por la camiseta", por mi relación con Guadalajara.

Después de ponernos un poco en contexto, paso a describir sucintamente la excursión que hice en compañía de unas amigas por el hayedo para contemplar su espectacular estampa otoñal. La mañana amaneció bastante fresca, con el termómetro apenas superando los 0ºC en algún tramo en el trayecto hacia Cantalojas. Una vez allí tomamos la pista forestal que conduce a la Recepción del Parque Natural, donde el frío día nos trajo la buena noticia de que podíamos acceder con el coche hasta el hayedo. De lo contrario hay que andar durante unos 10 km por un marojal hasta llegar a las primeras hayas.

Así que continuamos por la pista forestal hasta el aparcamiento, donde comenzamos a andar por el valle del río Lillas. En esta parte inicial se sigue la conocida como senda Carretas, muy bien marcada y que permite una buena aproximación a los ecosistemas y especies que se pueden encontrar en el parque. Tras un tramo por el valle, la senda Carretas comienza a ascender hacia el cordal montañoso que separa los valles del Lillas y el Zarzas. Nosotros continuamos por el río, siguiendo una senda poco marcada que requiere cruzar el río unas cuantas veces para ir progresando hacia algunas de las mejores manifestaciones de hayedo de todo el Parque. En el camino vamos encontrando, engalanados con sus colores otoñales, serbal de cazadores (Sorbus aucuparia), fresno de hoja ancha (Fraxinus excelsior), Prunus avium, roble melojo o marojo (Quercus pyrenaica)..., además de un buen puñado de setas distintas. Desde el fondo del valle, la Buitrera nos muestra una cara ya invernal cubierta por una capa blanquecina de nieve granulada y cencellada. Llegamos finalmente a la base de la Buitrera recorriendo un precioso hayedo con árboles en ocasiones muy viejos y otras muy altos, con algunas chorreras bajando desde la parte alta de la montaña..., y finalmente disfrutamos de las magníficas vistas de los bosquetes en los barrancos desde la cuerda que va de la Buitrera al collado del Hornillo.Una forma de completar el recorrido si se tiene suficiente tiempo y buenas piernas es continuar el ascenso por el curso del Lillas hasta alcanzar el cordal que conduce a la Buitrera (la cual dejaremos a la izquierda), para después ir por el cordal hasta el propio pico y continuar hasta el collado del Cervunal, donde tomaremos el cordal montañoso que separa los dos valles principales y nos llevará hasta el cerro del Hornillo y de allí ya bajamos al aparcamiento. La excursión se puede alargar un poco más bajando por el barranco del Hornillo por un bonito hayedo y de allí por la pista hasta el punto de partida en el aparcamiento.

Serbal de cazadores con su precioso colorido otoñal

De nuevo un serbal de cazadores, esta vez bien surtido de frutos

En la parte alta de la cuenca del río Lillas es posible encontrar algunas hayas de majestuoso porte que sobrevivieron a la explotación del hayedo para obtener carbón

Es fascinante la gruesa capa de hojarasca que suele cubrir el suelo de los hayedos en otoño

Aspecto del hayedo de la parte alta de la cabecera del Lillas

Aunque haciendo de "monitos de feria", así os hacéis una buena idea del tamaño de algunas hayas

Bonita haya con su vestido de otoño

El hayedo en la cabecera del Lillas alberga rincones tan atractivos como éste
 Para terminar la excursión, a la vuelta terminamos el recorrido por la senda Carretas, la cual nos lleva hacia el interior de un bonito aunque joven hayedo formado fundamentalmente por pies de rebrote de cepa, fruto del aprovechamiento que se ha hecho de este monte para leñas y carboneo. El tramo inicial es una subida con una fuerte pendiente, que pone a prueba nuestras piernas. Sin embargo, lo agradable del ambiente la hace bastante llevadera. ¡Además tuvimos la suerte de ver varios corzos en este tramo del sendero!

Es sorprendente la buena regeneración que está experimentando el hayedo en ciertas áreas donde se repobló con pino albar, el cual va ser seguramente desplazado por el haya y otros árboles caducifolios en cuanto llegue la próxima generación. Además se pueden encotrar un sinfín de brinzales de haya en diversos estadios de crecimiento a pesar de lo seco que ha sido este año..., lo cual me hace ser muy optimista respecto a la conservación de este bosque de cara al futuro.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

01-03.09.2012 Grandes puertos cantábricos

Hacía tiempo que quería escribir esta entrada sobre la escapadita que hicimos a principios de septiembre a la cordillera Cantábrica con motivo del paso de la Vuelta a España por aquellos territorios. Fueron unos días que disfruté enormemente en compañía de antiguos amigos durante los cuales tuvimos la suerte de gozar de tiempo soleado, lo cual no siempre ocurre en aquellas tierras.

En su edición de 2012 la Vuelta concentraba varias etapas de montaña seguidas en territorio galaico-astur-leonés así que para allá que nos fuimos con idea de subir con nuestras bicicletas (no muy adecuadas para estas gestas, por ser de montaña...) esos grandes puertos de montaña que acogieron los finales de etapa.

No me detendré excesivamente en comentar las características de los puertos ascendidos, ya que para eso existe una página web en las que se dan útiles, detalladas y fiables descripciones de los mismos. Más bien hablaré de las sensaciones que experimenté durante la ascensión y ciertos aspectos paisajísticos y naturalistas que me parece que pueden resultar de interés.

La historia comienza con el puerto de Ancares, que finalmente ascendimos por su vertiente leonesa, desde el bonito pueblo de Tejedo de Ancares, debido al tremendo caos de tráfico que se organizó con motivo del paso de la Vuelta. Ésta no era nuestra idea inicial, ya que pretendíamos llevar a cabo la escalada por la misma vertiente que los ciclistas, por Murias de Rao y Balouta, pero ya que estábamos pues ¡al turrón! El puerto de Ancares desde Tejedo de Ancares es bastante corto pero con una fortísima pendiente (8 km al 8,8 % de pendiente media, salvando un desnivel de 700 m), con el agravante de que la ascensión realmente tiene lugar en unos 5,5 km en los cuales la pendiente se mantiene en una media del 11-12 % con frecuentes rampas del 15 al 17 %. Nosotros finalmente aparcamos en la ermita de La Magdalena, desde donde se recorren 6,5 km hasta el puerto. Las frías características del puerto se traducen en una fuerte sensación de enfrentamiento a una verdadera pared, ya que el collado que marca la parte más alta del puerto se ve desde el fondo del valle muy cerca pero muy arriba. El puerto es realmente duro y empleamos poco menos de una hora en recorrer esos 6,5 km -aunque con bicicleta de montaña y con un importante peso en la mochila-, pero las vistas durante la ascensión y desde lo alto del puerto son realmente espectaculares. Al inicio la carretera recorre un melojar mientras tortura los ánimos con algunas revueltas que son verdaderos muros, para luego pasar al dominio de los tan extendidos brezales, los verdaderos protagonistas del paisaje vegetal de estas sierras galaico-leonesas. 

Altimetría del puerto de Ancares desde Tejedo de Ancares (www.altimetrias.net)
A la izquierda siempre tendremos vistas sobre el bonito valle glaciar que cierra en su parte superior el cordal montañoso donde el Alto de Cuíña (1992 m) es la montaña más elevada. Es notorio el fuerte contraste existente entre la umbría y la solana de este valle. La primera se halla cubierta por frondosos bosques caducifolios, mientras que la segunda se caracteriza por su paisaje casi por completo deforestado donde los brezales son los protagonistas. En las cabeceras de los barrancos de la parte más alta se pueden observar pequeños bosquetes de abedul, avanzadilla de un bosque que trata de recuperar un terreno que la mano del hombre le hizo perder. A 1670 m de altitud se corona, teniéndose desde ese punto una grandiosa vista del sector lucense. Paisajísticamente destacaría el papel que los abedulares desempeñan en estas montañas como vegetación de límite del bosque en altitud (timberline).

Tras disfrutar de las vistas de cumbre, bajamos hacia A Cruz da Cespedosa, donde concluía la etapa de la vuelta. Son unos 3 km donde se pueden encontrar rampas duras pero que luego a la vuelta nos resultaron hasta fáciles comparadas con los que habíamos subido esa mañana...
Aspecto del valle de Ancares desde el puerto. Importante el contraste entre la solana (izquierda) y la umbría (derecha). En primer término ese puede ver cómo los abedules comienzan a colonizar el brezal.

Abedulares siguiendo los arroyos hacia sus cabeceras rodeados de brezales.

El cartel asusta pero no engaña en absoluto...

Cabecera del valle de Ancares, con el Alto de Cuíña al fondo.

Abedulares en las partes más elevadas de la sierra de Ancares en su vertiente lucense.

En el alto del puerto, tras concluir la ascensión. La altitud del mismo es realmente 1670 m.

Al día siguiente nos vimos en tierras asturianas dispuestos a ascender el que probablemente sea el desde el punto de vista ciclista el puerto más mítico de España: los Lagos de Covadonga. En esta ocasión salimos con la bicicleta desde nuestro hostal situado muy cerca de Cangas de Onís en la carretera que conduce hacia Covadonga, para ir calentando un poco las piernas antes de comenzar el puerto más o menos a la altura de la basílica levantada en honor a la Santina. El tramo inicial es duro pero transcurre por el interior del frondoso monte Auseva y luego por una zona con prados y casas de pastores, lo cual contribuye a hacer más llevadero el esfuerzo. Es muy recomendable realizar a pie el sendero que recorre el monte Auseva (uno de los bosques donde hemos registrado una mayor diversidad de árboles y arbustos en la península Ibérica) hasta la Vega de Orandi, donde el río las Mestas se precipita en el interior de una cueva para luego reaparecer unos kilómetros más abajo.

Del bosque se sale ya cerca de la temible Huesera, un lugar mítico para los aficionados al ciclismo por su dureza. Para mí fue un tramo realmente duro, ya que no sólo se trata de La Huesera en sentido estricto sino que al final esas rampas tan duras se prolongan por aproximadamente dos kilómetros hasta que por fin la ascensión nos da un respiro. La Huesera, al igual que pasaba en el caso de Ancares, tiene una dificultad añadida a la pendiente: el hecho de ver en todo momento lo que te queda para terminar. Esto es probablemente lo que más duro puede resultar al ciclista, ya que nos exige una importante fortaleza psicológica. Después el puerto va encadenando una sucesión de rampas duras, rampas menos duras, descansillos, alguna bajada incluso..., hasta que llegamos al collado sobre el lago Enol, desde donde ya se ve perfectamente este lago y detrás de él los magníficos Picos de Europa. Ya sólo queda bajar al lago Enol y subir otro tramo bastante corto y con una pendiente moderada hasta concluir nuestra ascensión en el lago La Ercina, donde la vista de Picos de Europa es de las que quitan el hipo.
Perfil de la ascensión a los Lagos de Covadonga (www.altimetrias.net)
Vista de Picos de Europa desde el lago La Ercina: todo muy bucólico-pastoril, jeje
El lago Enol, uno de los rincones más populares del Parque Nacional de los Picos de Europa
Para concluir la trilogía de "suicidios colectivos ciclistas" nos enfrentamos a la ascensión al puerto de Pajares desde La Pola de Lena. Aunque este año la Vuelta a España terminó en el Cuitu Negro, nosotros ya nos dimos por satisfechos con llegar hasta Brañillín, a 1480 m de altitud. La vista es siempre maravillosa y se trata de un puerto muy atractivo, pero el hecho de ser una carretera nacional con mucho tráfico hacen poco recomendable su ascensión en condiciones normales. Combina tramos de pendiente suave con rampas bastante duras pero que son bastante llevaderas hasta que se llega al pueblo de Pajares. A partir de allí la dureza va en aumento con frecuentes tramos de pendiente superior al 10 % y una sucesión de rampas durísimas de hasta el 17 % para coronar el puerto de Pajares en sentido estricto. Desde allí, un tramo de descenso en la vertiente leonesa para después desviarnos a la derecha hacia la estación invernal por un carretera ascendente de pendiente moderada. Tras coronar este tramo, llaneamos para alcanzar los edificios de la estación de esquí. 

* En este punto comienza la locura denominada Cuitu negro, unos 3 km con porcentajes demenciales donde seguramente sea más rápido ir andando que pedaleando sobre la bicicleta... (y luego hay dopaje...)
Perfil del puerto de Pajares hasta Brañillín (www.altimetrias.net)
Ya que estuvimos allí, aquí podéis ver el paso del grupo de favoritos de la Vuelta'2012 por el tramo inicial de Cuitu Negro













lunes, 29 de octubre de 2012

Ostional y las tortugas loras

      Las tortugas marinas son uno de los atractivos naturalistas más importantes con que cuenta Costa Rica. Algunas playas pacíficas y caribeñas de este país centroamericano se encuentran entre los lugares de mayor importancia en el mundo para la reproducción de estos reptiles. Hasta cinco especies de tortugas marinas ponen sus huevos en las playas costarricenses: Dermochelys coriacea (tortuga baula, "leatherback sea turtle"), Chelonia mydas (tortuga verde, "green sea turtle"), Eretmochelys imbricata (tortuga carey, "hawksbill sea turtle"), Lepidochelys olivacea (tortuga lora, "olive ridley sea turtle") y Caretta caretta (tortuga carpintera, "loggerhead sea turtle").

     Nos desplazamos hasta el Refugio de Vida Silvestre de Ostional para asistir a una de las "arribadas" anuales de tortuga lora que se registran en esta playa del Pacífico costarricense. Nos llevó unas 5 horas llegar desde San José hasta esta pequeña localidad situada en la costa de la península de Nicoya, cuya playa es una de las más importantes del mundo para la reproducción de esta especie (otra es la de Nancite,en el P.N. de Santa Rosa). Esta tortuga marina es de las menores que se pueden hallar en territorio costarricense, con un peso entre 35 y 45 kg y un caparazón de aproximadamente 75 cm de longitud. Suelen vivir próximas a la costa, donde se alimentan de algas, camarones, cangrejos, medusas, tunicados y huevos de peces. Las famosas arribadas tienen lugar durante las fases de cuarto menguante de la luna sobre todo en septiembre y octubre y se caracterizan por la llegada sincronizada de miles de hembras de tortuga lora para desovar en estas playas del Pacífico. El grueso de las tortugas llega durante la noche, aunque en los días "punta" de la arribada es posible ver cientos de estos animales saliendo del mar para depositar sus huevos.

      En la tarde de nuestra llegada a la costa de Ostional aprovechamos para bañarnos en el océano Pacífico. Hay que tener mucho cuidado cuando se bañe uno en estas playas, ya que las corrientes son realmente fuertes y peligrosas para los bañistas. Allí pudimos ver diversas especies de aves marinas como Phalacrocorax brasilianus (cormorán biguá, "Neotropic cormorant") o Pelecanus occidentalis (pelícano pardo, "brown pelican") y disfrutar de una magnífica puesta de sol sobre el océano Pacífico de la provincia de Guanacaste.

      Ya por la noche fuimos a contemplar la arribada de tortugas loras en la playa Ostional. Para ir a ver todo el proceso de desove de las tortugas es obligatorio contratar un guía en el pueblo. El precio no es elevado y es interesante la informacíón que sobre la gestión turística de este fenómeno natural se obtiene a través de la conversación con los guías. Para la visita es muy importante llevar luz roja, ya que la luz blanca puede despistar a las tortugas cuando avanzan por la playa hacia su lugar de desove. También hay que evitar situarse frente a la tortuga para que no se sienta amenazada y "se devuelva al mar" hasta encontrar un momento más adecuado para llevar a cabo la puesta.

      El proceso consta de varios pasos que a continuación describiré de forma sucinta. En primer lugar la tortuga sale del mar y con un enorme esfuerzo se desplaza sobre la arena de la playa impulsada por sus aletas hasta llegar al lugar que considera adecuado para llevar a cabo la puesta. Una vez allí comienza a excavar con la ayuda de sus aletas un agujero de una profundidad aproximada de 50 cm. La tortuga comprueba que ha alcanzado la profundidad adecuada para poner los huevos cuando introduce su aleta en el hoyo y no alcanza el fondo del mismo. Llegada a este punto comienza a poner unos 100 huevos a lo largo de unos 15 minutos. Una vez ha concluido la puesta, vuelve a tapar el agujero con la ayuda de las aletas y redistribuye la arena removida con el fin de disimular su nido y que los depredadores no lo encuentren con facilidad a la mañana siguiente. Por último la tortuga vuelve hacia el mar, a donde llega agotada después de semejante esfuerzo reproductivo. El sexo de las tortuguitas que nazcan de los huevos dependerá de la temperatura de incubación. De esta forma, de cada nido saldrán un grupo de tortuguitas macho y otro grupo de tortuguitas hembra, dependiendo de la profundidad a la que estuvieran los huevos durante los aproximadamente dos meses que dura el periodo de incubación.

      A la mañana siguiente aparecimos al amanecer en la playa con el propósito de ver alguna tortuga a plena luz del día. Tuvimos suerte y vimos varias tortugas loras volviendo hacia el mar después de desovar. Asimismo pudimos ver la enorme cantidad de depredadores que aprovechan el desove de las tortugas para conseguir una buena ración de alimento. Por un lado presenciamos las escaramuzas entre zopilotes negros (Coragyps atratus) por comer el mayor número de huevos posible, con algunos caracaras caranchos (Caracara plancus) mezclados en las bandadas de zopilotes. Los perros también causan enormes daños en los nidos de tortuga, a pesar de los fuertes castigos con que se amenaza en el pueblo a los dueños de perros que pululen libres por la playa. Aparte de esto también pudimos ver varios bandos de correlimos (Calidris spp.) recorriendo incansables la playa en la zona intermareal. En el pueblo también vimos el colibrí Amazilia rutila ("cinnamon hummingbird") y Campylorhynchus rufinucha ("rufous-naped wren"), ambos de gran belleza. Además, al igual en la mayor parte de las cunetas del país, disfrutamos con la respuesta de Mimosa pudica ante nuestros estímulos táctiles.


Agujero de cangrejo ermitaño en la playa

Caracara (Caracara pancus, "crested caracara") posado en el borde del estero de Ostional

Correlimos ("sandpipers") correteando por la arena húmeda de la playa Ostional buscando alimento

Zopilotes negros comiendo huevos de tortuga lora en playa Ostional

Jesús y yo viendo la vuelta de la tortuga lora al mar (depués de habernos levantado a las 4 am...)

Atardecer en la costa pacífica de Nicoya (Guanacaste)

Mimosa en diversos estados de excitación. Los foliolos ("hojillas") que se encuentran plegados o medio plegados fueron tocados previamente

Con Nur y Kike cerca de Ostional

¿Pacífico? Al menos en Costa Rica de eso tiene poco...

Pelícano pardo (Pelecanus occidentalis)

Campylorhynchus rufinucha ("rufous-naped wren")

Tortuga lora y el rastro que dejó en su desplazamiento de vuelta hacia el mar

Tortuga lora

Caracara entre los zopilotes negros disfrutando del festín de huevos