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viernes, 31 de agosto de 2012

11.08.2012 Ascensión a La Munia (3.133 m) y flora alpina de los Pirineos

La Munia es un tresmil que se alza majestuoso en la cabecera de la cuenca del Cinca, formando parte del límite fronterizo entre España y Francia. Se integra dentro del denominado Pirineo Axial, la alineación montañosa central de los Pirineos y que se caracteriza por el predominio de rocas silíceas -esquistos, pizarras, areniscas, granitos...-. Las extraordinarias vistas que se pueden disfrutar desde su cumbre de los glaciares -desgraciadamente muy mermados- de la cara norte del Monte Perdido, junto con las del circo de Troumouse y del valle de Barrosa fueron alicientes que nos animaron a acometer su ascensión.

Así, nos desplazamos para el Pirineo aragonés el fin de semana más caluroso del verano, bajo la influencia de una masa de aire de origen sahariano cargada de polvo en suspensión que reducía enormemente la visibilidad a larga distancia. En realidad, la calima impedía la visión de cualquier pico pirenaico desde la zona de Aínsa. Ni siquiera se insinuaba la silueta de las principales cumbres de este sector del Pirineo oscense.

El viernes hicimos noche en el bello pueblecico prepirenaico de Torrelisa, donde dormir pudimos dormir en general poco debido al calor que apretó de lo lindo..., algo completamente inesperado. El sábado por la mañana salimos temprano de allí, volviendo al valle del Cinca para remontarlo hasta su cabecera. Dejaremos Bielsa a la izquierda y continuaremos conduciendo hasta tomar el desvío hacia Chisagüés. Cuando acaba el tramo asfaltado, continuaremos conduciendo por una pista que se encuentra en buenas condiciones pero donde deberemos conducir con suma cautela si llevamos un turismo o incluso una furgoneta, ya que hay numerosos badenes donde es fácil golpear los bajos. Tras unos kilómetros por esta pista llegaremos a una explanada con una borda a la izquierda, donde dejaremos el coche si no es todo-terreno. A partir de este punto la pista empeora de forma notable, tiene una mayor pendiente y lo único que puede ocurrir es que tengamos un percance.

Comenzamos a caminar por la pista hasta llegar al paraje conocido como fuente de Petramula, aunque nosotros fuimos incapaces de localizarla... En este punto, bajo la impresionante cara norte del Comodoto (preciosa ascensión, totalmente recomendada, desde el valle de Pineta, pasando por la Plana Fonda), abandonamos la pista por un camino que sale a la izquierda y que indica los Lagos de La Munia. Este tramo de ascensión siguiendo el barranco del Clot de los Gabachos es muy empinado y se gana altitud con tremenda rapidez. En cuanto a la vegetación, nos encontramos en el reino de los pastos subalpinos, habitados por numerosas plantas de espectacular floración. La enorme diversidad de rocas (calizas, esquistos, areniscas...) que podemos encontrar en esta zona, así como el mosaico topográfico (vaguadas, aristas, pequeñas depresiones...) se refleja en los pastos, también enormemente diversos. En esta época del año, un poco tardía para la floración, encontraremos plantas en flor sobre todo en la base de roquedos húmedos, reguerillos y canchales. Por ejemplo, el endemismo pirenaico Viola diversifolia lo pudimos fotografiar en los canchales próximos a Petramula. También pudimos observar alguna marmota en estas zonas de pasto.


Cara norte del Comodoto
Viola diversifolia
Marmota subiendo por el Clot de los Gabachos
 Tras un rato de exigente ascensión llegamos al estrecho collado de las Puertas (2.531 m), situado a los pies del pico Robiñera (3.001 m), desde donde ya podemos ver la cumbre de La Munia y su bonita arista sumital, además de los ibones de La Larri o de La Munia.

La Munia (3.133 m) desde el collado de las Puertas, con los ibones de La Larri en primer término
A continuación viene un tramo más suave por pedreras donde podremos recuperar algo el resuello antes de afrontar el tramo final de la ascensión, en el cual rodearemos los ibones por la derecha. El terreno aquí ya está formado casi de forma íntegra por esquistos, algunos de ellos de bellos colores rojizos. Tras pasar los ibones, se comienza la empinada rampa que nos conduce al collado de la Munia (2.853 m), desde donde ya se tienen unas vistas increibles del circo de La Munia, sus ibones, el circo de Troumouse -de marcada morfología glaciar- y los picos del valle de Pineta -Zucas, Punta de las Olas, Pico de Añisclo (Soum de Ramond), Monte Perdido, Cilindro de Marboré...-. Desde este punto, la ascensión ofrece diversas variantes marcadas por hitos que nos conducirán por la cresta hasta la cima de La Munia. Hay que prestar mucha atención a las trazas de camino y a los hitos, ya que no es difícil extraviarse y enriscarse. No es una arista especialmente difícil, aunque tiene un cierto número de pasos que he visto graduados como II e incluso II+ (paso del Gato, que se trepa bien por una fisura donde podemos empotrar los pies y agarrarnos con las manos), no muy expuestos, pero requiere de unos mínimos conocimientos y experiencia en alta montaña. A mí me resultó un tramo muy entretenido desde el cual se puede disfrutar de unas extraordinarias vistas panorámicas. Con tranquilidad, llegamos a la cumbre de La Munia (3.133 m) y disfrutamos de la visión del valle de Barrosa y la Robiñera, además de las que ya comentamos anteriormente.

Parte inicial de la arista de La Munia

Subiendo el Paso del Gato

Perspectiva desde la arista sumital

Punta Alta de las Blancas y detrás las Tres Sorores y lo que queda del glaciar de Monte Perdido

La Robiñera (3.001 m) y su glaciar residual desde la cumbre de La Munia
En la arista final de La Munia
Nosotros en la cumbre de La Munia
En la bajada, como suelo hacer, fui disfrutando de las numerosas plantas que aún pudimos encontrar en floración en las zonas de roquedo, canchales y prados húmedos entre la cumbre y los lagos de La Larri. A continuación, un pequeño muestrario. Aparte de las de las fotos, era muy abundante en los prados húmedos en torno a los ibones la rosácea Sibbaldia procumbens.

Armeria alpina

Campanula cochleariifolia

Campanula scheuchzeri

Crepis pygmaea

Dryopteris y Cryptogramma crispa

Draba dubia ssp. laevipes al lado de la cumbre de La Munia, ¡a 3.130 m de altitud!

Polystichum lonchitis

Potentilla alchemilloides

Saxifraga moschata

Saxifraga pubescens ssp. iratiana

Sempervivum montanum

Y ya en la parte más baja del descenso, en pastos subalpinos bien desarrollados y regueros, consigo fotografiar otro conjunto de bellas flores.

Aconitum napellus

Carlina acaulis

Eryngium bourgatii

Geranium cinereum ssp. cinereum, planta exclusiva del Pirineo

Iris latifolia (= Xiphion latifolium)

Las Pinguicula, conocida en algunos sitios como grasilla o tiraña, son plantas que atrapan insectos en sus hojas mediante la secreción de sustancias adhesivas. A continuación, las enzimas presentes en esta sustancia permiten la digestión de esos invertebrados y la asimilación por parte de la planta de nutrientes esenciales que son escasos en el hábitat de la planta. Las especies ibéricas de este género crecen fundamentalmente en turberas, trampales y otros enclaves higroturbosos y en paredones rezumantes.

Saxifraga aizoides
 En resumen, preciosa ascensión en una compañía inmejorable y con un buen número de plantas en flor.

viernes, 25 de mayo de 2012

Por la sierra de la Puebla (Madrid)

La agradable y muy recomendable ruta que voy a describir a continuación la hicimos durante los primeros días de mayo, tras unos días de frío intenso que retrasaron de forma significativa la floración en estas montañas del centro peninsular. Esto nos permitió disfrutar de las hermosas flores de los narcisos y otras especies plantas de floración temprana, como veremos a continuación.

El objetivo de nuestro recorrido era ascender las principales cumbres de esta pequeña sierra a caballo entre las provincias de Guadalajara y Madrid donde aún es posible realizar recorridos de montaña en plena naturaleza con una afluencia relativamente limitada de público. Desgajada de las principales elevaciones de la sierra de Ayllón como el pico del Lobo, la Cebollera Vieja, el Cerrón o La Buitrera y aproximadamente a la misma latitud que el Ocejón, la sierra de la Puebla ofrece unas vistas impresionantes tanto de esas cumbres como de las algo más lejanas de la sierra de Guadarrama e incluso de la Campiña del Henares y la Alcarria.

Dejamos el coche en el km 29 de la carretera que une Prádena del Rincón con Puebla de la Sierra, frente a una pista forestal que nos conduce a través de un pinar de repoblación (Pinus sylvestris) hacia el Collado Salinero. Allí se toma el GR-10, que subiendo por el cordal nos conduce en poco tiempo a la cumbre del Porrejón (1827 m). Ya desde este vértice geodésico se pueden divisar todos los accidentes geográficos que mencionaba anteriormente, así como los profundos valles de la vertiente guadalajareña.


Vistas desde el alto del Porrejón (1.827 m)

Nosotros en la cumbre del Porrejón
En esta zona alta de la sierra pudimos ver varias plantas en flor, fundamentalmente narcisos (Narcissus triandrus subsp. pallidulus, Narcissus rupicola) y Armeria caespitosa, especie exclusiva del sector central y oriental del Sistema Central.

Armeria caespitosa

Bonito escarabajo muy abundante en el cordal.

Narcissus rupicola
Desde el Porrejón se continúa descendiendo por el cordal hasta el Collado de las Palomas, desde donde se continúa en ligero ascenso por el cordal que conduce a La Tornera, el pico más elevado de esta sierra. Antes de llegar a la cumbre, en unos canchales de la vertiente de Guadalajara, pudimos ver magníficos y vetustos ejemplares de roble albar (Quercus petraea) dispersos aquí y allá sobre un manto continuo de gayuba (Arctostaphylos uva-ursi) en flor. Bajo esta zona, inmensas superficies aterrazadas donde las repoblaciones forestales tuvieron un éxito desigual. No voy a opinar sobre si estas tareas fueron adecuadas o no, porque las decisiones hay que juzgarlas en el contexto en que se producen, pero lo que sí es cierto es que el impacto del aterrazamiento sobre la geomorfología de las laderas es realmente salvaje y de difícil solución. Después de visitar estos "ancianos venerables" ya subimos a la cumbre de La Tornera (1866 m), donde continuamos disfrutando de amplios horizontes.

Amiguetes con la cumbre de La Tornera al fondo
A la izquierda de La Tornera el canchal donde estaban los grandes y vetustos robles
Gayuba (Arctostaphylos uva-ursi) en floración

Laderas de La Tornera hacia Puebla de la Sierra. Melojares y repoblaciones de pino que están siendo "engullidas" por la pujanza de los robles melojos.
Pues eso, que aquí hay un mirador muy recomendable.
Cumbre de La Tornera (1866 m)
El descenso lo hicimos por la vertiente de Puebla de la Sierra, por Cabeza Minga, hasta alcanzar una pista forestal que seguimos hacia el norte siguiendo más o menos a la misma altitud hasta la carretera que asciende desde el la Puebla hacia el puerto homónimo. En todo este tramo se atraviesa un pinar de repoblación donde existe un pujante regenerado de marojo (Quercus pyrenaica) a partir de árboles viejos ahuecados que se respetaron en las tareas de repoblación y que actualmente se pueden observar intercalados entre los pinos albares. En algunas zonas ya se ha comenzado a aclarar el pinar, lo cual sin duda repercutirá de forma muy positiva en la recuperación de la cubierta forestal original, al liberar de competencia a los robles.

El último tramo se hace un poco pesado, ya que recorrimos unos kilómetros de carretera hasta llegar al coche, cruzando por el puerto. En este punto existe un mirador desde el cual se tienen unas vistas muy buenas de toda la comarca. Al final, unos 25 km de recorrido con 1000 m de desnivel en ascenso que nos supusieron un buen entrenamiento de cara a futuras marchas que teníamos en el mes de mayo como los 101 km de Ronda o los 10.000 del Soplao. :-) A continuación, el track de GPS cortesía de Ignacio.


sábado, 5 de mayo de 2012

Travesía por el Rif marroquí (y III): de Azilane a la presa de Akchour

Nuestro último día de ruta por las montañas rifeñas comenzó siguiendo el mismo recorrido itinerario que nos condujo la tarde anterior desde Azilane hasta el morabito de Sidi Meftah, dejando a la derecha el pequeño aduar de Afeska. Sin embargo, cuando se llega al gran olivo situado sobre una pequeña loma calcárea, en vez de continuar por el camino a nivel que conduce al morabito, se baja hacia un vallejo por cuyo fondo fluye un arroyo que finalmente se encamina hacia el norte. El camino transcurre durante todo este tramo por la margen izquierda del arroyo, donde desde unos 1.100 m de altitud se pueden encontrar buenos ejemplares de loro (Prunus lusitanica subsp. lusitanica). Este árbol relicto de los bosques tipo laurisilva que cubrieron la cuenca mediterránea durante el Terciario (hace decenas de millones de años) cuenta con unas poblaciones bastante buenas en los barrancos que descienden desde las montañas del Rif hacia el Mediterráneo. El área de distribución se completa con las poblaciones situadas en la península Ibérica (fundamentalmente Portugal y el algunas gargantas del centro-oeste de España) y el suroeste francés. Se trata de una planta catalogada como vulnerable en la España peninsular, sin embargo en la laurisilva canaria es muy frecuente la subsp. hixa, que alcanza dimensiones realmente extraordinarias.


La vegetación que cubre estas laderas se encuentra formada por un matorral mediterráneo relativamente termófilo (que prefiere climas "templaditos") con jaras (Cistus albidus), romeros (Rosmarinus officinalis), bojes (Buxus balearica), tojos (Ulex sp.)..., y algunas encinas y pinos resineros salpicados.


Justo antes de llegar a la aldea de Imizzar, donde ya existe suministro eléctrico a diferencia de Azilane y Afeska, nos encontramos con el Oued Farda y comenzamos a percibir de forma aún más manifiesta la importancia y repercusión ambiental que tiene el cultivo del kif o marihuana en la cultura rifeña. Y es que en ese punto es cuando comenzamos a apreciar importantes superficies deforestadas para cultivar esta planta. La sola visión de las laderas de fortísima pendiente tan características del Rif completamente deforestadas y expuestas a la acción de la erosión me puso la piel de gallina. Y eso que en esta parte media-alta del valle aún se respetaban algunos ejemplares de pino resinero, testigos mudos del declive de sus sociedades, víctimas de uno de sus principales pilares económicos del Rif marroquí: la producción de kif.

Comenzando la bajada por un arroyo afluente del Oued Farda hacia Imizzar.
Loro, pero no el pájaro... =P (Prunus lusitanica)
Buxus balearica
Lechetrezna de gran porte (Euphorbia characias)





Plántulas de marihuana o kif (Cannabis sativa) mezcladas con habas en Imizzar.

Laderas deforestadas con algunos pinos resineros supervivientes cerca de Imizzar.
Llegamos al encuentro del río Farda, laderas deforestadas para el cultivo del kif
Se deja a la derecha la pequeña aldea de Imizzar, pasando entre campos de cultivo, una especie de morabito donde encontramos una mancha de vegetación mediterránea extraordinariamente bien conservada, con ejemplares enormes de Phillyrea latifolia entre otras cosas. Bajo unas imponentes paredes calizas, se cruza a la margen derecha del Oued Farda por una pasarela de reciente construcción. En este punto, el matorral-carrascal se va enriqueciendo con árboles y arbustos propios de las zonas más cálidas del Mediterráneo occidental como el algarrobo (Ceratonia siliqua), el lentisco (Pistacia lentiscus), el palmito (Chamaerops humilis) o el araar (Tetraclinis articulata).


Paisajísticamente la hoz del río Farda es un corte en la corteza terrestre por donde circulan las aguas bravas de este río describiendo meandros bajo las altivas paredes que él mismo ha ido generando a lo largo de miles o millones de años de erosión fluvial. Todo ello cubierto por una exuberante vegetación mediterránea que se aferra a las rocas casi verticales de forma inverosímil y siempre bajo la atenta mirada de las cumbres del parque de Talassemtane, cubiertas de esos pinsapos de silueta negruzca.

Recuerdos ibéricos: ¿no se parecen bastante estas rocas a las del Torcal de Antequera?

Farallones calizos de unos 80-100 m de altura aguas abajo de Imizzar.
Mancha de vegetación mediterránea en buen estado de conservación en el valle del Oued Farda.
Lentisco (Pistacia lentiscus) en plena floración.
Nuestro camino continúa por un paisaje cultural muy bonito, con multitud de parcelas de pequeñas dimensiones, buena parte de ellas delimitadas por paredes de piedra, labradas para cultivar. He de recalcar nuevamente que me sorprendió mucho la escasez de cultivos de cereales, a diferencia de lo que he visto en otras zonas de Marruecos, como el Alto Atlas o el tramo de Casablanca a Marrakesh. Por un barranco lateral iniciamos el descenso hacia el río Farda, al conocido como "Pont Farda" en francés, un puente de construcción bastante antigua situado en un enclave privilegiado. Allí en el río había importantes ejemplares de loro (Prunus lusitanica), laurel (Laurus nobilis) y madroño (Arbutus unedo), entre otros.

Pont Farda
Deforestación activa en las laderas próximas a Pont Farda. En ocasiones vimos superficies que eran quemadas, después retiraban los restos de la combustión, y por último se destoconaban los árboles y arbustos que quedaban para evitar el rebrote. A continuación parece que retiran las piedras de mayor tamaño y las apilan para constituir bancales que permitan el cultivo de estas laderas de fuerte pendiente y frenen en cierta medida la erosión. A menudo esas paredes no existían y los procesos erosivos eran muy acusados.
Flor de jaguarzo blanco (Cistus albidus).
Deforestación en pleno Parque Nacional. Fijaos en la pendiente que se alcanza.
Tras tomar un aperitivito, continuamos por el sendero que asciende hasta situarse a media ladera en la margen izquierda de Oued Farda y discurre entre campos de cultivo y manchas de vegetación mediterránea donde ya es posible encontrar más frecuentemente el araar (Tetraclinis articulata). Las vistas del profundo barranco por el que circula el río Farda son realmente para quitar el hipo. Así, subiendo y bajando pero siempre manteniendo más o menos la misma altitud media, llegamos a los alrededores de una nueva aldea, de mayor tamaño que las que habíamos pasado hasta entonces y que me parece que se llama Ouslaf, aunque no estoy muy seguro de esta información (Iván, help me please!!). Desde aquí se baja por un profundo barranco hacia el conocido Puente de Dios (Al Qantara de Rabí), un puente sobre el río Farda generado por la erosión y que constituye uno de los principales reclamos turísticos de esta comarca, como comprobamos al llegar al mismo, donde había un numeroso grupo de turistas marroquíes y algunos españoles. El entorno es increible, con grandes paredes y una vegetación mediterránea bastante densa. Allí encontramos una planta que me resultó sensacional: Viola arborescens, una violeta que forma matas leñosas más o menos grandes entre el matorral.


Sin embargo, en nuestro descenso hacia este enclave experimentamos una sensación de profunda tristeza y sobrecogimiento cuando vimos subir por esa fortísima pendiente a un grupo de chicas cargadas con enormes fardos de forraje a la espalda para alimentar al ganado. Es tremendo que el hecho de nacer unos kilómetros al norte o al sur condicione tan fuertemente la vida que puede llevar una persona. Aparte queda el hecho de que casi nos descalabran unas niñas que nos tiraron unas piedras cuando bajábamos hacia el Puente de Dios por el barranco. Vimos estupefactos cómo las pequeñas piedras pasaron como misiles a nuestro lado, afortunadamente sin herir a nadie en su recorrido.

Las profundas gargantas del río Farda en la zona más próxima al Puente de Dios.
Viola arborescens
Bonita aldea rifeña: ¿Ouslaf?
Felices sobre el Puente de Dios

El Puente de Dios y su entorno. La altura del puente de roca sobre el río da vértigo.
Ya desde el Puente de Dios marchamos por un camino muy bien marcado y arreglado hacia la presa de Akchour, fin de nuestra travesía, donde cogimos un taxi que nos condujo a Tetouan, después de una ardua negociación que no fuimos capaces de mover de su sitio (algo de timo nos debieron de meter, aunque según la opinión de algunos conocidos de Tetouan, no demasiado importante). Allí cenamos y pasamos la noche en el hotel Marina, que no es nada del otro mundo pero es bastante barato, cogiendo a la mañana siguiente otro taxi hasta la frontera con Ceuta (Sebta en los carteles indicadores marroquíes). En Ceuta, fuimos directamente al puerto a coger el ferry que nos conduciría de vuelta a la Península, con la felicidad de haber disfrutado de unos días estupendos en el país vecino en una compañía inmejorable (¡gracias Iván, Lau y Dani!) y ya pensando en futuros viajes y nuevas aventuras.
 
Cruzando el Estrecho, con el peñón de Gibraltar al fondo. Para terminar el viaje de manera inmejorable, pudimos disfrutar del avistamiento de delfines en estas aguas. :-)