sábado, 14 de abril de 2012

Travesía por el Rif marroquí I: Madrid-Chefchaouen-Azilane

Hacía ya unos tres años que no visitábamos Marruecos y teníamos muchas ganas de repetir la experiencia. Así que cuando comenzamos a plantear ideas para la Semana Santa, una de las opciones que sonó con más fuerza fue la de llevar a cabo una travesía de tres días por el Parque Nacional de Talassemtane, en las inmediaciones de Chefchaouen. Animados por la experiencia previa de Iván, que ya había realizado esta ruta en su variante completa hasta el mar, no nos hizo falta mucha motivación adicional para tomar rumbo hacia nuestro país vecino aprovechando los días de vacaciones.

 Antes de comenzar con el relato de nuestro reciente viaje, me gustaría hacer algunas consideraciones sobre el mismo y sus preparativos. En primer lugar, nos resultó muy difícil conseguir cartografía de esta zona de Marruecos, siendo los mapas de mayor detalle que conseguimos unos a escala 1:50.000 elaborados por el Ejército Español cuando el norte de Marruecos fue protectorado español. Existe también un libro de excursiones por el P.N. Talassemtane que es muy recomendable para moverse por este espacio protegido (http://www.libreriadesnivel.com/libros/senderismo-y-naturaleza-en-el-parque-nacional-de-talassemtane/9788461471157/). En esta web se pueden encontrar también otras rutas que pueden ser de bastante interés si se decide visitar este Parque marroquí. Todo esto constituye una gran diferencia respecto a otras áreas de montaña que hemos visitado en ocasiones anteriores, como los macizos del Toubkal y el M'Goum, de los cuales se pueden encontrar cartografía y descripciones precisas de las diferentes ascensiones que se pueden acometer. Yo diría que es bastante recomendable contratar un guía local, el cual nos permitirá profundizar en el conocimiento de este territorio y además no es caro. Además, a pesar de los avances que se observan en Marruecos en los últimos tiempos, sigue siendo imprescindible llevar medicamentos antidiarreicos, para que un pequeño desarreglo gastro-intestinal no arruine nuestra estancia.

Con todas estas premisas, partimos el miércoles temprano camino de Algeciras en coche. Se lleva un buen número de horas alcanzar el puerto de esta ciudad gaditana, donde dejamos nuestro vehículo aparcado y tomamos el ferry con destino a Ceuta. En una hora aproximadamente y con un coste aproximado de 35 € (i/v) el barco nos transporta hacia África cruzando el estrecho de Gibraltar. Una vez en el puerto de Ceuta, el autobús L7 es el que conduce hacia el puesto fronterizo de Los Tarajales/Bab Sebta, donde pasaremos el control de pasaportes. Hay que rellenar un sencillo formulario con los datos personales. No es necesaria ningún tipo de ayuda para llevar a cabo esta tarea, aunque siempre haya bastantes personas intentando conseguir unos dirham mediante su colaboración para rellenar el papel. Cuando logramos alcanzar finalmente el lado marroquí, nos dirigimos hacia Tetouan, donde contratamos un Grand Taxi en la estación de autobuses para llegar a Chefchaouen. Son unos 65-70 km que se recorren en aproximadamente una hora y que constituyen una seria amenaza para nuestro corazón: conducción a toda velocidad por una carretera repleta de curvas, con camiones, burros, perros y demás elementos cruzando la vía, adelantamientos suicidas, boquetes enormes en la calzada..., y todo en un coche con unos 30 años de edad sino más y sin cinturones de seguridad. El coste del taxi, con capacidad para 6 personas, fue de 180 dh, más 20 de propina. Chaouen es una ciudad preciosa repleta de empinadas callejuelas pobladas por arcos y fuentes delimitadas por casas encaladas con tonos azulados y rejas negras, con sus tiendas de todo tipo de productos y la animación propia de las ciudades y pueblos marroquíes. El parecido con muchos pueblos andaluces es evidente y de hecho la ciudad fue fundada en 1471 por musulmanes y judíos exiliados de Al-Andalus. En la Plaza de Uta al-Hammann, centro neurálgico del casco antiguo, se pueden encontrar la Alcazaba y la principal Mezquita de la ciudad.

Estrecho de Gibraltar, camino hacia África, donde nos espera el Jbel Musa con nubes.

Hasta pronto, Europa. El peñon de Gibraltar (Jbel Tariq) al fondo.

Callejas en Chefchaouen con su característico tono azulado.

Vista del centro de Chefchaouen, con la plaza Uta al-Hammann, la Qasbah y la Mezquita principal
Allí en Chaouen dormimos la noche del miércoles (Dar Antonio, un lugar realmente agradable y barato), bastante cansados por el viaje pero ciertamente ilusionados por comenzar nuestra ruta por las montañas de Talassemtane, motivo fundamental de nuestro viaje. Esa noche llovió de forma abundante y necesaria porque, al igual que en España, en el norte de Marruecos el invierno ha sido extremadamente seco. Durante la mañana del jueves visitamos el casco antiguo de la ciudad, preparamos las mochilas y salimos por la parte alta de la ciudad camino del collado del Sfiha Telj, por donde cruzaríamos hacia la vertiente norte de esa alineación montañosa y nuestro lugar de destino, la aldea de Azilane. La ascensión se lleva a cabo íntegramente por una pista de tierra que asciende en fuerte pendiente hacia el collado, ya que se salva el nada despreciable desnivel de 1.240 m (de 560 m en Chaouen hasta 1.800 m en el Tizi Sfiha Telj). La vertiente que da a la ciudad se encuentra fuertemente deforestada salvo por pequeñas repoblaciones de pino carrasco (P. halepensis) y resinero (P. pinaster). Domina un matorral rico en matorrales como palmitos, diversas jaras, genisteas y lentiscos, además de encinas con porte arbustivo debido al pastoreo abusivo, los incendios y el aprovechamiento de leñas. A lo largo del cauce de los arroyos se pueden observar galerías de adelfas (Nerium oleander). A lo largo de la ascensión se pasa por varias viviendas donde viven familias que practican una agricultura y ganadería de subsistencia. En estas zonas vimos a uno de los elementos estelares de estas montañas en cuanto a fauna: el colirrojo diademado (Phoenicurus moussieri), un pájaro realmente bonito que se deja ver bastante bien. En los días siguientes tuvimos el enorme gusto de encontrarnos con él nuevamente. :-)
Urginea maritima

Chamaerops humilis (palmito)
Continuando con la ascensión, llegó un momento en el cual comenzó a llover de forma más o menos intensa, en el momento en que comenzamos a ver los primeros pinsapos (Abies pinsapo var. maroccana o A. maroccana) a unos 1.400 de altitud. Pronto esa lluvia pasó a ser nieve y en las inmediaciones del collado Sfiha Telj ya se había acumulado un manto apreciable. Cerca del collado, desde unos 1.700 m de altitud, el bosque pasó a ser una preciosa formación mixta de pinsapos y cedros (Cedrus atlantica), fácilmente identificables por su guía terminal inclinada. Vimos pies de encina hasta unos 1.700 m de altitud, una altitud bastante considerable aunque aún alejada de los 2.200 m de Sierra Nevada. En el descenso hacia Azilane, continuamos recorriendo ese magnífico bosque, donde desaparecieron los cedros y comenzaron a aparecer encinas, arces (Acer granatense) e incluso algunas plantas propias de climas más cálidos como el durillo (Viburnum tinus), mezcladas con los pinsapos. Y en este punto, uno de los momentos más emocionantes que he vivido en el monte hasta la fecha. Primero fue el hecho de escuchar unos gritos de aviso propios de simios a los cuales no les dimos mucha importancia. A continuación, un poco más adelante, unas huellas que cruzaban el camino y que no conseguimos identificar con seguridad. ¿Tejones? No, son demasiado grandes y no tienen esa distribución de los dedos... (momento reflexión...) ¡A ver si van a ser de los monos! En ese preciso instante, gritos de alerta de un grupo de macacos de Berbería (Macaca sylvanus). Y así fuimos tan afortunados de ver ese grupo familiar durante un rato, bajo una intensa nevada. Tuvimos mucha suerte, porque por lo que nos dijeron los habitantes locales, no son fáciles de ver en esta zona del Rif. ;-) Finalmente, continuando el descenso hacia Azilane (1.270 m) recorrimos la transición entre el pinsapar y los pinares de pinos negral (Pinus nigra ssp. mauretanica) con algunos pinos resineros, donde el cielo se abrió durante un instante y pudimos disfrutar de una de estas vistas que se almacenan en tu retina para siempre: los pinsapos en primer plano, las montañas y barrancos del Rif hacia la costa en segundo término y al fondo, el mar Mediterráneo. Aún nos esperaba alguna sorpresa más: una planta nueva para nosotros y con una floración impresionante, Polygala webbii.

Bosque mixto de cedros y pinsapos en el collado Sfiha Telj

Huellas de macaco de Berbería en la nieve

Una de las vistas que recordaré toda mi vida

Macaco de Berbería en la nieve

Polygala webbii

Uoooh, mis amigos: disfrutando de las vistas bajando a Azilane
Finalmente, tras una jornada que se hizo más dura de lo esperado por el peso de las mochilas y las condiciones meteorológicas, llegamos al albergue de Azilane, un lugar muy acogedor donde nos acomodamos, secamos y descansamos un rato. Además pudimos charlar extensamente con su dueño, Abdelkader, comentando algunos aspectos sobre la vida rural en el Rif, los animales, las disputas entre monos y hombres, el kif..., que ampliaré en la siguiente entrada

1 comentario:

  1. Muy chulo el relato de nuestra aventura rifeña... no esperaba menos del Morales!ah!y menudas fotos...la del mono quedó muy bien! tenemos que quedar para hacer intercambio...
    esperando con ganas la nueva entrega!

    ¡Hasta la proxima expedición!

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