sábado, 5 de mayo de 2012

Travesía por el Rif marroquí (y III): de Azilane a la presa de Akchour

Nuestro último día de ruta por las montañas rifeñas comenzó siguiendo el mismo recorrido itinerario que nos condujo la tarde anterior desde Azilane hasta el morabito de Sidi Meftah, dejando a la derecha el pequeño aduar de Afeska. Sin embargo, cuando se llega al gran olivo situado sobre una pequeña loma calcárea, en vez de continuar por el camino a nivel que conduce al morabito, se baja hacia un vallejo por cuyo fondo fluye un arroyo que finalmente se encamina hacia el norte. El camino transcurre durante todo este tramo por la margen izquierda del arroyo, donde desde unos 1.100 m de altitud se pueden encontrar buenos ejemplares de loro (Prunus lusitanica subsp. lusitanica). Este árbol relicto de los bosques tipo laurisilva que cubrieron la cuenca mediterránea durante el Terciario (hace decenas de millones de años) cuenta con unas poblaciones bastante buenas en los barrancos que descienden desde las montañas del Rif hacia el Mediterráneo. El área de distribución se completa con las poblaciones situadas en la península Ibérica (fundamentalmente Portugal y el algunas gargantas del centro-oeste de España) y el suroeste francés. Se trata de una planta catalogada como vulnerable en la España peninsular, sin embargo en la laurisilva canaria es muy frecuente la subsp. hixa, que alcanza dimensiones realmente extraordinarias.


La vegetación que cubre estas laderas se encuentra formada por un matorral mediterráneo relativamente termófilo (que prefiere climas "templaditos") con jaras (Cistus albidus), romeros (Rosmarinus officinalis), bojes (Buxus balearica), tojos (Ulex sp.)..., y algunas encinas y pinos resineros salpicados.


Justo antes de llegar a la aldea de Imizzar, donde ya existe suministro eléctrico a diferencia de Azilane y Afeska, nos encontramos con el Oued Farda y comenzamos a percibir de forma aún más manifiesta la importancia y repercusión ambiental que tiene el cultivo del kif o marihuana en la cultura rifeña. Y es que en ese punto es cuando comenzamos a apreciar importantes superficies deforestadas para cultivar esta planta. La sola visión de las laderas de fortísima pendiente tan características del Rif completamente deforestadas y expuestas a la acción de la erosión me puso la piel de gallina. Y eso que en esta parte media-alta del valle aún se respetaban algunos ejemplares de pino resinero, testigos mudos del declive de sus sociedades, víctimas de uno de sus principales pilares económicos del Rif marroquí: la producción de kif.

Comenzando la bajada por un arroyo afluente del Oued Farda hacia Imizzar.
Loro, pero no el pájaro... =P (Prunus lusitanica)
Buxus balearica
Lechetrezna de gran porte (Euphorbia characias)





Plántulas de marihuana o kif (Cannabis sativa) mezcladas con habas en Imizzar.

Laderas deforestadas con algunos pinos resineros supervivientes cerca de Imizzar.
Llegamos al encuentro del río Farda, laderas deforestadas para el cultivo del kif
Se deja a la derecha la pequeña aldea de Imizzar, pasando entre campos de cultivo, una especie de morabito donde encontramos una mancha de vegetación mediterránea extraordinariamente bien conservada, con ejemplares enormes de Phillyrea latifolia entre otras cosas. Bajo unas imponentes paredes calizas, se cruza a la margen derecha del Oued Farda por una pasarela de reciente construcción. En este punto, el matorral-carrascal se va enriqueciendo con árboles y arbustos propios de las zonas más cálidas del Mediterráneo occidental como el algarrobo (Ceratonia siliqua), el lentisco (Pistacia lentiscus), el palmito (Chamaerops humilis) o el araar (Tetraclinis articulata).


Paisajísticamente la hoz del río Farda es un corte en la corteza terrestre por donde circulan las aguas bravas de este río describiendo meandros bajo las altivas paredes que él mismo ha ido generando a lo largo de miles o millones de años de erosión fluvial. Todo ello cubierto por una exuberante vegetación mediterránea que se aferra a las rocas casi verticales de forma inverosímil y siempre bajo la atenta mirada de las cumbres del parque de Talassemtane, cubiertas de esos pinsapos de silueta negruzca.

Recuerdos ibéricos: ¿no se parecen bastante estas rocas a las del Torcal de Antequera?

Farallones calizos de unos 80-100 m de altura aguas abajo de Imizzar.
Mancha de vegetación mediterránea en buen estado de conservación en el valle del Oued Farda.
Lentisco (Pistacia lentiscus) en plena floración.
Nuestro camino continúa por un paisaje cultural muy bonito, con multitud de parcelas de pequeñas dimensiones, buena parte de ellas delimitadas por paredes de piedra, labradas para cultivar. He de recalcar nuevamente que me sorprendió mucho la escasez de cultivos de cereales, a diferencia de lo que he visto en otras zonas de Marruecos, como el Alto Atlas o el tramo de Casablanca a Marrakesh. Por un barranco lateral iniciamos el descenso hacia el río Farda, al conocido como "Pont Farda" en francés, un puente de construcción bastante antigua situado en un enclave privilegiado. Allí en el río había importantes ejemplares de loro (Prunus lusitanica), laurel (Laurus nobilis) y madroño (Arbutus unedo), entre otros.

Pont Farda
Deforestación activa en las laderas próximas a Pont Farda. En ocasiones vimos superficies que eran quemadas, después retiraban los restos de la combustión, y por último se destoconaban los árboles y arbustos que quedaban para evitar el rebrote. A continuación parece que retiran las piedras de mayor tamaño y las apilan para constituir bancales que permitan el cultivo de estas laderas de fuerte pendiente y frenen en cierta medida la erosión. A menudo esas paredes no existían y los procesos erosivos eran muy acusados.
Flor de jaguarzo blanco (Cistus albidus).
Deforestación en pleno Parque Nacional. Fijaos en la pendiente que se alcanza.
Tras tomar un aperitivito, continuamos por el sendero que asciende hasta situarse a media ladera en la margen izquierda de Oued Farda y discurre entre campos de cultivo y manchas de vegetación mediterránea donde ya es posible encontrar más frecuentemente el araar (Tetraclinis articulata). Las vistas del profundo barranco por el que circula el río Farda son realmente para quitar el hipo. Así, subiendo y bajando pero siempre manteniendo más o menos la misma altitud media, llegamos a los alrededores de una nueva aldea, de mayor tamaño que las que habíamos pasado hasta entonces y que me parece que se llama Ouslaf, aunque no estoy muy seguro de esta información (Iván, help me please!!). Desde aquí se baja por un profundo barranco hacia el conocido Puente de Dios (Al Qantara de Rabí), un puente sobre el río Farda generado por la erosión y que constituye uno de los principales reclamos turísticos de esta comarca, como comprobamos al llegar al mismo, donde había un numeroso grupo de turistas marroquíes y algunos españoles. El entorno es increible, con grandes paredes y una vegetación mediterránea bastante densa. Allí encontramos una planta que me resultó sensacional: Viola arborescens, una violeta que forma matas leñosas más o menos grandes entre el matorral.


Sin embargo, en nuestro descenso hacia este enclave experimentamos una sensación de profunda tristeza y sobrecogimiento cuando vimos subir por esa fortísima pendiente a un grupo de chicas cargadas con enormes fardos de forraje a la espalda para alimentar al ganado. Es tremendo que el hecho de nacer unos kilómetros al norte o al sur condicione tan fuertemente la vida que puede llevar una persona. Aparte queda el hecho de que casi nos descalabran unas niñas que nos tiraron unas piedras cuando bajábamos hacia el Puente de Dios por el barranco. Vimos estupefactos cómo las pequeñas piedras pasaron como misiles a nuestro lado, afortunadamente sin herir a nadie en su recorrido.

Las profundas gargantas del río Farda en la zona más próxima al Puente de Dios.
Viola arborescens
Bonita aldea rifeña: ¿Ouslaf?
Felices sobre el Puente de Dios

El Puente de Dios y su entorno. La altura del puente de roca sobre el río da vértigo.
Ya desde el Puente de Dios marchamos por un camino muy bien marcado y arreglado hacia la presa de Akchour, fin de nuestra travesía, donde cogimos un taxi que nos condujo a Tetouan, después de una ardua negociación que no fuimos capaces de mover de su sitio (algo de timo nos debieron de meter, aunque según la opinión de algunos conocidos de Tetouan, no demasiado importante). Allí cenamos y pasamos la noche en el hotel Marina, que no es nada del otro mundo pero es bastante barato, cogiendo a la mañana siguiente otro taxi hasta la frontera con Ceuta (Sebta en los carteles indicadores marroquíes). En Ceuta, fuimos directamente al puerto a coger el ferry que nos conduciría de vuelta a la Península, con la felicidad de haber disfrutado de unos días estupendos en el país vecino en una compañía inmejorable (¡gracias Iván, Lau y Dani!) y ya pensando en futuros viajes y nuevas aventuras.
 
Cruzando el Estrecho, con el peñón de Gibraltar al fondo. Para terminar el viaje de manera inmejorable, pudimos disfrutar del avistamiento de delfines en estas aguas. :-)

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